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El Olympiacos echa al Real Madrid de la Euroliga (72-63)

El Real Madrid ha sucumbido en el Estadio de la Paz y la Amistad de Atenas ante el Olympiacos, lo que ha supuesto su eliminación de la Euroliga, la gran ambición de esta temporada para los de Joan Plaza. El líder de la ACB fue preso de la presión y entró en el juego trabado de los griegos, quienes edificaron su victoria con una gran defensa que desquició al campeón español.

El Real Madrid ha sucumbido en el Estadio de la Paz y la Amistad de Atenas ante el Olympiacos, lo que ha supuesto su eliminación de la Euroliga, la gran ambición de esta temporada para los de Joan Plaza. El líder de la ACB fue preso de la presión y entró en el juego trabado de los griegos, quienes edificaron su victoria con una gran defensa que desquició al campeón español.
L D (EFE) La derrota contra el Maccabi, que impidió la clasificación matemática del Madrid para las eliminatorias, tiñó el choque con los ropajes de una salida criminal al Pabellón de la Paz y la Amistad, un reducto que ha recuperado nombre desde que Panagiotis Yanakis relevó a Pini Gherson en el banquillo. El conjunto madridista asimiló la situación con el carácter de un gran equipo. Se preparó para sufrir en una pista infernal y aguantó los arreones de un equipo y un pabellón conjurados para el éxito. El ambiente recordaba épocas no muy lejanas y episodios acuñados en la leyenda de ambos equipos.

La mayor demostración de personalidad española partió de la defensa. El Madrid defendió muy bien. Sabía que ese detalle era imprescindible para tener alguna opción. El primer tiempo lo superó después de varios momentos críticos (33-29). Raúl López puso puntos clave. El estadounidense Louis Bullock también. Pero lo que más pudo el Madrid fue defensa. Sacrificio y defensa. Paciencia en espera de su oportunidad. Cubrió el primer tiempo sin fisuras, sin dejar escapar nada. El estadounidense Qyntel Woods enganchó una serie de seite puntos seguidos y planteó el primer desafío (17-13). La entrega y la tranquilidad para no perder el temple en ataque mantuvo al Madrid a flote. En varias ocasiones cedió seis puntos de diferencia y aguantó el tipo. Su premio consistió en seguir de pie en el descanso (33-29).

El Olympiacos también había cumplido con el papel esperado. Irradió el convencimiento del que se sabe al resguardo del escenario para explotar todos las bazas a su alcance. Y con la seriedad de un bloque que sabe lo que busca. Nunca cayó en la urgencia, en la falta de perspectiva. También esperaba un rival de altura y una confrontación larga. Los griegos salieron rebosantes de ímpetu al tercer cuarto. Sacaron pecho (39-34) y el Madrid apretó los dientes. Empató con tenacidad (39-39) y, entonces, afloraron las primeros síntomas de nersiosismo mal controlado en las filas locales. El norteamericano Lynn Greer recibió una técnica y, mientras, fuera del control de los árbitros, Iannis Burusis escupió a Axel Hervelle.

La réplica madridista resultó impecable. Bullock metió los tiros libres de la técnica y Raúl López un triple (39-44). Los blancos habían superado la prueba de la intimidación, de la derrota por sometimiento. El Madrid sorteó el cuarto entero (49-47). Restaba el asalto final. Olympiacos y Real Madrid estaban jugándose Europa. Los griegos guardaban una carta en la manga para la hora de la verdad. El lituano Arvidas Macijauskas, con problemas físicos, irrumpió en la cancha rodeado de un aura de aniquilador ante un 52-51.

El báltico saludó en una penetración con adicional. Los blancos sufrían en ataque. Jake Tsakalidis les metió más presión (57-51 m.36). El Olympiacos, por fin, se sentía amo y señor. El Madrid evidenciaba signos de flaqueza. Algunos lanzamientos de corta distancia flirteaban con el aro, pero se le salían. A Burusis, además de escupir, se le deben dar bien los juegos de azar. Un triple suyo a tablero, sobre el límite de la posesión, hizo diana (60-51). El Olympiacos rozaba el objetivo. El Madrid quemaba las balas que le quedaban (60-56). Le faltó munición. Los griegos manejaron el epílogo fieles a la tradicional maestría que les distingue a la hora de jugar con el reloj. El sueño de la Final entre Cuatro abandonó al campeón de la ACB.

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