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Pedro Salinas

Soplan nuevos vientos

El proyecto de Fujimori para perpetuarse en el poder indefinidamente quedó trunco, colapsó y terminó con un acto de cobardía: el jefe del continuismo se fugó a Japón, la tierra de sus padres, y el hombre fuerte del régimen se mantiene escondido en alguna madriguera subterránea, como la que acaba de descubrir la prensa independiente.

Triste final para alguien que fue considerado, en algún momento, como uno de los líderes más audaces de la región. Pero el autoritarismo siempre acaba mal y Fujimori no fue la excepción a la regla. El ex gobernante peruano quiso eternizarse como un monarca, pero terminó como un fugitivo.

La democracia vuelve a asomar por el Perú, bajo la gestión del presidente Valentín Paniagua, un hombre íntegro y moderado, perteneciente a las filas del casi extinto partido Acción Popular. El cambio en la jefatura del Estado, aunque transitorio, ha sido tomado con mucho entusiasmo por todo el país y, lo más sorprendente, se ha realizado en forma pacífica.

Las transformaciones no se han hecho esperar. Se ha conformado un gabinete independiente presidido por Javier Pérez de Cuéllar y constituido por personalidades de prestigio de la sociedad peruana. Se han dictado dispositivos para devolver las estaciones de televisión intervenidas por el fujimorismo a sus verdaderos propietarios. Se han removido a todas las personas vinculadas al asesor Vladimiro Montesinos, quienes estaban ubicadas en puestos clave. "Cualquier autoridad que se aparte de una línea de neutralidad será relevada inmediatamente", advirtió el flamante presidente Paniagua, quien ha insuflado aires de renovación en un país asfixiado por el autoritarismo rampante y la recesión económica.

Sin embargo, aún falta resolver un tema capital: la captura de Vladimiro Montesinos. Mientras que Montesinos no sea detenido, juzgado y condenado, persiste el peligro de que el poder de sus alforjas repletas de dinero sirvan para corromper a más gente y desestabilizar al país.

Además de ello, es obvio que un nuevo presidente no fujimorista no terminará con la inestabilidad política peruana. Las instituciones políticas fundamentales continúan débiles y no podrán ser reparadas por un gobierno de transición como el de Paniagua. Esa tarea es la que debe asumir quien gane en las elecciones de abril del 2001. Recordemos que la debilidad institucional no comenzó con Fujimori. Su predecesor, Alan García, fue uno de los artífices de la corrupción y de la concentración de poderes.

Para evitar situaciones como las que le ha tocado vivir al Perú, de corrupción y autocracia, se deben fijar límites claros al poder. Cuando hay poder, siempre existe la posibilidad del abuso. Cuando hay poder sin límites, como lo tuvo Fujimori y Montesinos, existe la posibilidad del abuso sin límites.

En este sentido, el Perú tiene que extraer dos lecciones muy claras de la década fujimorista: primero, cada poder tiene que ser controlado por otro poder y, segundo, ningún poder debe prolongarse por demasiado tiempo. De lo contrario, estaremos condenados a repetir la historia.

© AIPE

Pedro Salinas es Corresponsal de la agencia de prensa AIPE en Lima.

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