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Encarna Jiménez

Los Goya no son sordos

Después de la controvertida ceremonia de los Goya del pasado año, celebrada en Barcelona, en la que Almodóvar se lució y Antonia San Juan se peleó con la directora, el vestuario y sus propios nervios, en esta XV edición se optó por volver a Madrid y meterle más ritmo a la función. Nada mejor para ello que contar con varios presentadores y tener como hilo conductor la música. El director de la gala, Juan Luis Iborra, es un amante del género musical y, dentro de lo tedioso que suele ser el rosario de nominaciones para los telespectadores, el recorrido por el cine español amenizado con cante y baile de ayer y hoy que nos ofreció TVE hizo que “la gran noche del cine español” resultara más amena.

Los seis presentadores elegidos se repartieron el trabajo como buenos hermanos, aunque algunos le echaron más salero. José Coronado y María Barranco cumplieron, Imanol Arias y Loles León tuvieron mayor soltura, sobre todo ella, y Pablo Carbonell y Concha Velasco le echaron cara y tablas a la recta final, aunque Concha, como siempre, fue la que se llevó el gato al agua. España es tierra de actrices.

La ceremonia tuvo momentos emocionantes y tiernos con los históricos del cine español. Paquita Rico se olvidó de citar a los nominados al mejor actor, pero salió del apuro con humor. La familia Dibildos hizo llorar a más de uno y los Gutiérrez Cava tuvieron una noche feliz. Como es habitual en los Goya hubo premios y reconocimiento para el ayer y el hoy del cine español. Que el premio gordo de la noche se lo llevara “El bola” de Achero Mañas puede ser cuestionable, pero era una salida por la tangente de la juventud y de los temas políticamente correctos que tiene sus adeptos dentro y fuera de la Academia.

Para ir mejorando la gala de unos premios por los que hace diez años nadie daba un duro, sólo falta que los informes de la Academia que se meten de clavo en el guión estén mejor pegados, y que los que escriben el texto dejen de utilizar la ceremonia para librar su particular pelea con los periodistas cinematográficos. Las repetidas alusiones a los errores en la información de las películas españolas y en su valoración que introdujeron los guionistas no sólo fueron inoportunas, sino injustas con un “gremio” que si por algo se caracteriza es por tratar con bastante cariño y benevolencia al cine que se hace en nuestro país.

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