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Emilio J. González

El euro vuelve a las andadas

Qué poco dura la alegría en casa del pobre. Esta semana, el euro ha vuelto a las andadas, esto es, a debilitarse frente al dólar, hasta tal punto que el viernes por la mañana rompió el suelo de las 0,9 unidades por billete verde y cotizó a un cambio de 0,8945. De esta forma, la recuperación que inició la divisa europea en noviembre se ha truncado y vuelven a pintar bastos para ella. La razón fundamental es la desconfianza de los inversores hacia las autoridades monetarias europeas. El Banco Central Europeo aún no ha cerrado el déficit de credibilidad en que incurrió el 8 de abril de 1999 al claudicar frente a las presiones de Alemania y Francia para que bajase los tipos de interés cuando la coyuntura económica de la zona del euro no justificaba ese recorte.

Han pasado dos años desde entonces, y el BCE no ha recuperado el favor de los mercados. Quizá la prueba más palpable de todo ello es un hecho fundamental: el euro no ha aprovechado ni la reducción del diferencial de tipos de interés entre Estados Unidos y la unión monetaria europea ni el desplome del Dow Jones y el Nasdaq para fortalecerse y ganar terreno frente al dólar. Por el contrario, los inversores han huido de la zona del euro para volver a refugiarse en los mercados estadounidenses pese a que Wall Street está viviendo jornadas poco aptas para cardiacos. Para más escarnio, el presidente del BCE, Wim Duisenberg, y varios ministros de Economía de la zona del euro, dijeron en repetidas ocasiones que la divisa común se fortalecería en cuanto se produjera el cambio de expectativas respecto a las economías europea y estadounidense. Ese cambio ya ha tenido lugar: el crecimiento en la zona del euro se consolida y en EEUU se ha venido abajo. Sin embargo, la moneda única ha vuelto a retroceder.

Y es que, al final, el repunte de la inflación en Alemania, Francia y España no invita, precisamente, a la confianza en las autoridades económicas europeas, por mucha culpa del rebrote inflacionista que puedan tener los jeques árabes y las vacas locas. Vuelve a pintar bastos para la moneda única. La cuestión no como para pasarla por alto. Es cierto que, a corto plazo, este nuevo episodio de debilidad favorecerá el crecimiento económico de la zona del euro porque supone que sus exportaciones fuera de ella son más competitivas en términos de precios. Pero es una trampa. Un euro débil significa inflación importada en unos momentos en los que el principal reto de las autoridades económicas de la unión monetaria es el retorno a la estabilidad de precios. Si persiste la inestabilidad, el crecimiento económico sufrirá las consecuencias a medio plazo.

La única forma real de escapar de esta situación es que la credibilidad del BCE mejore. Para ello es imprescindible que los ataques políticos que sufrió Duisenberg por parte de los políticos franceses a mediados del año pasado no se repitan, que los intentos de crear un contrapeso político al banco no vuelvan a producirse y, sobre todo, que la política monetaria de los Doce se desentienda de todo tipo de consideraciones relativas al impulso al crecimiento económico para centrarse en lo que es su objetivo primordial: la estabilidad de precios. Hasta que estas cosas no se produzcan, será poco probable que el euro se fortalezca y su tipo de cambio se estabilice.

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