Cuando los reyes lleguen a Estados Unidos este martes, encontrarán un país crecientemente hispano: sus 35 millones de hispanoparlantes forman la tercera "comunidad hispana" del mundo y se han convertido en la minoría más importante de la nación.
En 16 ciudades, los hispanos han desbancado a todos los grupos étnicos, incluídos los europeos. Lo mismo ha pasado en el estado de California, el más populoso del país gracias a la inmigración hispana y a los altos índices de natalidad de los recién llegados. Texas, el segundo estado en cifras de población, va camino de seguir el modelo de California, pues el censo del pasado año reveló que, desde 1990, el porcentaje de hispanos pasó del 20 al 32% y es seguro que la tendencia se mantendrá, no solo por la larga y porosa frontera, sino también porque los inmigrantes forman familias mayores.
Aunque las estadísticas hablan de "hispanics", las diferencias entre ellos son tan grandes que el único punto realmente común es que provienen de países de habla hispana. El idioma español no es un buen criterio para catalogarlos, pues mientras algunos lo conservan y defienden, muchos han sucumbido al mestizaje lingüístico y se expresan en la divertida mezcla de palabras o sintaxis inglesa con vocablos españoles conocida como "espanglish". Son los que "vacunan las carpetas" y "deliberan groserías", cuando "pasan el aspirador por la alfombra" (vacuum the carpet) y "reparten ultramarinos" (deliver groceries).
No se les puede describir racialmente, porque los hay indios, europeos y negros; ni por sus gustos culinarios, pues unos viven de maíz y otros de asado. Económicamente, los hay pobres braceros, de clase media y hasta los que han amasado fortuna.
Conscientemente o no, los hispanos se debaten entre dos vías: integrarse y acelerar su ascenso económico y social, o perdurar como un grupo diferenciado al que, por su creciente peso en las urnas, los políticos tratan de dispensar cada día mayores beneficios.
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