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Katia Borrás

La emigración que viene

Con la caída del muro de Berlín, hace poco más de diez años, una avalancha de personas se precipitó a probar suerte en lo que creían era un mundo occidental mejor. La apertura de la Unión Europea hacia el este repetirá los hechos, magnificándolos. Según un informe encargado por el Gobierno alemán publicado por el dominical Welt am Sonntag, se calcula entre cuatro y seis millones el número de personas que se trasladarán a Alemania cuando países como Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia y Letonia, Lituania y Estonia pertenezcan a la UE. Más de dos tercios de los emigrantes de este éxodo estarán tentados a probar suerte en Alemania por su situación geográfica céntrica y por su elevada renta per cápita.

Con este pronóstico en puertas, Alemania se enfrenta a un dilema. Por un lado, la regresión demográfica hace necesaria la entrada de entre 350 y 450.000 inmigrantes anuales para equilibrar el desajuste que se producirá en la Seguridad Social cuando el volumen de población activa, es decir, los que pagan impuestos, sea insuficiente para mantener al colectivo creciente de beneficiarios del sistema de la Seguridad Social. Por otro lado, si se tiene en cuenta su integración como factor esencial, bastaría con 100.000 inmigrantes anuales.

Alemania ya cuenta con sobrada experiencia en los problemas que ocasiona la falta de integración. Desde los sesenta, dos millones de emigrantes procedentes del sur y sureste de Europa (entre ellos muchos españoles) llegaron a Alemania por falta de mano de obra. Su idea era quedarse unos años y volver al país de origen con unos ahorrillos. Por la presunta limitación temporal de su estancia, el Estado alemán no tuvo demasiado interés en fomentar su integración subvencionando cursos de alemán, por ejemplo. Los emigrantes de entonces echaron raíces que ya van por la tercera generación y, en muchos casos, los que hoy son abuelos siguen sin saber defenderse en alemán, por no mencionar su integración prácticamente nula en la sociedad alemana.

La acogida de sólo cien mil inmigrantes legales al año costaría unos 100 billones de marcos en concepto de una oferta adecuada de enseñanza del alemán, guarderías y escuelas de jornada completa y la suma de las diversas subvenciones estatales a las que se pueden acoger los inmigrantes. Además, los inmigrantes no vienen solos y sus familias aunque también cuestan, no cotizan.

Con este panorama al frente, la reciente propuesta de creación de un nuevo ministerio alemán de Migración ha sido acogida satisfactoriamente en círculos políticos. Éste agruparía las competencias distribuidas en la actualidad en tres ministerios distintos y se encargaría de dosificar la inmigración, según la necesidad real de la sociedad alemana. De todos modos, es un hecho probado que la liberalización de la inmigración no es medida suficiente para frenar el envejecimiento de la sociedad alemana. Sólo el fomento eficaz de la natalidad puede salvar a los alemanes de la extinción programada.

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