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Jesús Gómez Ruiz

La mala memoria de Colin Powell

Una virtud de los espíritus nobles es ser condescendiente y perdonar los agravios y las ofensas. Pero esa virtud se convierte en vicio cuando se quiere perdonar a quienes nos han ofendido o causado daño sin que se arrepientan o intenten reparar en lo posible el daño causado. En la práctica, ese perdón equivale a dar por buena su conducta y animarles para que cometan nuevas fechorías.

El secretario de estado norteamericano, Colin Powell, declaró ante la comisión parlamentaria encargada de las sanciones comerciales que Castro "ha hecho algunas cosas buenas" y que "ya no es una amenaza". Cuesta trabajo encontrar qué cosas buenas puede haber hecho Castro por los cubanos cuando hay más de dos millones de ellos en el exilio, cuando sus cárceles están atestadas de presos políticos y cuando la gente con un mínimo respeto por sí misma que no tenga lavado el cerebro por la constante propaganda del régimen prefiere jugarse la vida a la menor ocasión con los tiburones y las balas de los carceleros para tener la posibilidad de vivir una vida digna y en libertad al otro lado del estrecho de Florida.

A esto hay que añadir las propiedades de cubanos, norteamericanos y españoles robadas y saqueadas por Castro, y recordar que Cuba, antes de la revolución, era el tercer país de Iberoamérica en renta per capita, con unas tasas de alfabetización más que aceptables (el nivel de vida era parejo o incluso superaba al de la España de la época); cuando ahora es uno de los países más pobres del continente. Pero no seamos cicateros. Hay que reconocer que hoy en Cuba todo el mundo sabe leer y escribir, aunque sólo se pueda leer y escribir lo que Castro diga, y en los tiempos en que Cuba fue colonia de la Unión Soviética, las subvenciones rusas permitían financiar unos cuidados médicos aceptables, aunque hoy, huérfana de padrinos, a cuba le sobran médicos y le faltan aspirinas.

Puede que Cuba no sea hoy, acabada la guerra fría, una amenaza directa para EE UU. Pero tratar con condescendencia a un delincuente sin escrúpulos y a un demagogo, mentiroso e intoxicador compulsivo que no se arrepiente de sus fechorías, sino que se reafirma en ellas, aprovechando la menor ocasión para insultar y difamar a quienes se niegan a hacerle el caldo gordo, más que generosidad denota estupidez.

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