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Ignacio Montes

Flores marchitas y otras modas del horror

Desde el fondo de un camino espinoso surgen de nuevo olores putrefactos. Son las marchitas rosas, las pasadas margaritas, las yertas amapolas de un vestuario lejano que vuelve a atormentar nuestras inocentes miradas.

Iván el chinche y el surfero molón Ismael, volvieron en la noche de las nominaciones para disgusto de propios y extraños. No le vale a la Milá con sus imposibles modelitos y el de los monos de 2001, que ahora invita a su terrorífico salón de té a los antiguos monos, de jaulas pasadas, para vender al mundo el cutrelux de una moda sin par. Ni el cutre de Emilio Submundos, ni el hortera de Kayet el mudo pueden superar a sus antecesores en el vestir.

Más monos que cargarse

La casualidad, el nuevo rumbo en las nominaciones y la falta de pactos (aunque algunos lo intentasen sin éxito) hizo que en la noche de las nominaciones saliesen al paredón cinco monos y no tres. Karola, Sabrina, Fran, Kayet y Alonso se enfrentan a la decisión de la audiencia. El guarro del submundos se vuelve a librar de la quema. Espero que larguen a Kayet o al marino sin mar, Alonso.

Parejitas maléficas

Alonso y Mari la potingues empiezan a hacerse carantoñas. Dice la mamá de la nena: “Cada uno se busca su apaño”. Mientras, Emilio submundos sigue dándonos la paliza con sus quereres y odios hacia Eva la suave (que ha demostrado, con creces, que la suavidad puede ser también un veneno lento que acaba con todo). Ángel telojuroporsnoopy no quiere nada con Sabrina miraquesoyfina (“sólo somos amigos”), pero ésta, que no se resigna a la amistad, intenta hurgar en el corazón del melenas en busca de la melaza de unos besos que nunca existieron.

La moda que vuelve (o que devuelve)

La Casa de los Horrores ha vuelto hacer de sus propias víctimas (los monitos maléficos) una pasarela de insoportables modelitos. Sabrina (dulce unas veces, galáctica guerrera otras) echó el resto en la noche de las nominaciones. Se vistió de burbuja de cava y de poco le sirvió el éxito. Kayet el mudo optó por ocultar los ojos (lágrimas de murano incluidas) con unas gafas que le debió traer de América una tía de Alcalá. Y también le sirvió de poco su estudiada modernidad.

La Milá, sencilla ella, volvió a apuntarse a la moda chinesca de las manoletinas. Carlos el gincho nos deslumbró con unos pantacas (léase pantalones) vaqueros de campana ( y no sabemos a quién dio el campanazo, que éste si que duele). Y Emilio submundos, que ya no sabe qué hacer para llamar la atención, optó por disfrazarse de sí mismo, se quitó los zapatos y anduvo descalzo dejándonos ver la nueva moda del África, es decir, los pies más negros que la Campbell. Naomi, claro.

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