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Carlos Semprún Maura

De Madrid a París, sin pasar por Bilbao

Me enteré de la explosión del coche-bomba, en la calle Goya, sólo a la mañana siguiente. Me llamó mi mujer desde París para anunciarme la noticia. Yo había echado un vistazo a la campaña electoral por la tele, a las nueve, y luego nada, hasta esa llamada telefónica. Ese mismo sábado recibí, en casa de los estupendos amigos en donde me alojaba, varias llamadas desde Francia, algo así como inquietas. Pues puedo decir que no vi en Madrid el menor atisbo de pánico. Indignación por ese nuevo atentado que hirió a trece personas y pudo matar más, sí, de eso fui testigo, pero miedo, para nada. Si quieren asustarnos les están saliendo los tiros por la culata. Aunque maten, y matan, no asustan. Desde este punto de vista, si ETA puede ganar batallas ha perdido la guerra.

De vuelta a París, observo que en la prensa francesa las elecciones italianas han arrinconado completamente a las vacas. Tiene su lógica, desde las capitales europeas, Italia se considera más importante que Albania o el País Vasco.

Libération, que fue un diario malo, pero a veces simpático, se está convirtiendo en un periódico triste y torpe al punto que celebran “el voto vasco contra ETA”. Pero, ¿dónde se sitúa el PNV? Desde luego, contra ETA no. Le Fígaro informa de manera más objetiva sobre la campaña y sus resultados. Como en muchas otras ocasiones, he notado que si su corresponsal en Madrid no dice nada —apenas copia algún despacho de agencia, “laborare estanca”, decía Pavese—, Irina de Chikoff, quien a veces escribe sobre España, informa mejor. Leí de ella, hace algunas semanas, un retrato de Arzalluz que estaba muy bien. En cuanto a Le Monde, tratándose de España, no vale la pena leerle, traducen de El País. También se felicitan de la derrota del PP y de la victoria del PNV. No es casualidad si su corresponsal Marie-Claude Descamps, hace una entrevista a Julen Madariaga, "fundador histórico de ETA”, en la que ambos se felicitan de esa derrota y echan basura contra el PP.

Como estamos en el periodo del Festival de Cine de Cannes y se notan los inauditos esfuerzos de los críticos y corresponsales para convencerse de que todas las películas no son mortalmente aburridas. Yo que no estoy en Cannes, y que aún no he visto las películas que compiten, pienso en el Festival de San Sebastián y me digo que sus organizadores, concursantes y adláteres, deben de estar requetesatisfechos: su próximo Festival promete maravillas, “impuesto revolucionario” a ETA garantizado, basura progre en las pantallas asegurada y ¡vivan las lenguas cavernícolas y las “noches búlgaras” cantadas por Henri Michaux.

Hoy nadie se atreve a escribir esas cosas. Estos días he estado hojeando el libro de Albert Ferment: “José Martínez, la epopeya de Ruedo Ibérico”, y he quedado pasmado. Yo conocí a Pepe, a su editorial, su revista y su librería, pero como uno más, y si colaboré fue incluso menos que otros, sencillamente porque, pese a declararse anarquista, Pepe era para mí demasiado procomunista. En ese libro aparezco como miembro del consejo de redacción de Cuadernos de Ruedo Ibérico, lo que no fui jamás, y, aún peor, miembro de una delegación de intelectuales “progres” españoles visitando la Cuba castrista, cuando yo jamás pisé la isla. Son sólo dos detalles radicalmente falsos, en lo que me concierne hay bastante más, y en lo que concierne a otros, abundan los errores. No es un gran libro, no. Se merece un premio. El “Comillas”, por ejemplo.


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