Aunque los dirigentes de la principal organización terrorista peruana, “Sendero Luminoso”, están casi todos en la cárcel y los “cuadros” de la organización ha escapado a los países vecinos o están escondidos en la zona selvática del Alto Huallaga en concepto de “colaboradores necesarios” de los narcotraficantes, no debe excluirse a priori que algunos comandos perdidos de la organización maoista tengan capacidad de fuego suficiente como para dar todavía sustos en ciertas zonas urbanas, especialmente en Lima.
Tampoco cabe excluir que los restos del MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, guevarista), insertados en barrios de la capital, puedan haber sido los autores de la explosión de este miércoles. Esta organización nunca fue totalmente desmantelada pese al duro golpe que significó para ella los gravísimos acontecimientos que concluyeron con la liberación de los rehenes de la embajada de Japón.
Hay quien teme que el terrorismo regrese a Perú y, al respecto, se recuerda la caótica situación reinante en los últimos meses de la presidencia de Alan García cuando Lima era una ciudad sin ley, una de las más peligrosas del continente.
García intenta ahora regresar al Palacio de Pizarro, aunque las posibilidades que tiene de lograrlo sean limitadas y Alejandro Toledo siga teniendo muchas más de triunfar en las inminentes elecciones.
Obviamente, la comunidad internacional mira con inquietud hacia Perú en la perspectiva de estas elecciones. En el caso de España, Perú sigue siendo uno de los destinos privilegiados de la inversión española en el continente y algunos no ocultan su aprensión ante el futuro. Cualquier amenaza de violencia o desestabilización provoca una ola de inquietud entre empresarios y diplomáticos. Cabe la esperanza de que lo sucedido este miércoles en Lima sea apenas un suceso aislado.
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