Menú
Jesús Gómez Ruiz

Duisenberg, el peor enemigo del euro

Los analistas financieros andan de cabeza a la hora de explicar la insoportable levedad del euro. Bajo crecimiento en la zona euro, disminución de la confianza empresarial, desaceleración económica, tradición del dólar como moneda refugio, etc. Pero que sepamos, el enfermo grave de la economía mundial no es Europa, sino Japón. Con tasas de crecimiento ridículas, un sistema financiero al borde de la quiebra, miles de empresas que no cierran sus puertas gracias a la benevolencia de los bancos –posible por la política de tipos cero– y a las presiones del gobierno –cuya deuda acumulada supera ya el 120% del PIB–, Japón debería haber presenciado el hundimiento de su divisa, si las teorías que relacionan la salud del crecimiento económico con la cotización de la moneda fueran ciertas. Pero la verdad es que, aun depreciado respecto del dólar, el yen no ha sufrido, ni con mucho, un castigo tan atroz como el euro.

Uno de los grandes males del papel moneda es que nadie conoce a ciencia cierta cuál es su valor objetivo. Sólo puede conocerse en relación con otras monedas (de papel también), y este valor depende del sentimiento del mercado, que se orienta principalmente por la credibilidad y competencia de los gestores de esa moneda, expresada con sus hechos y sus declaraciones. Esta es la clave.

Causa asombro que una de las monedas más sólidas financieramente del grupo de las principales (dólar, euro, yen, libra y franco suizo) sea la más débil de todas ellas. Pero cuando oímos que a Duisenberg que no le preocupa la cotización de la moneda, sino los precios interiores, el asombro se transforma en pasmo...e inmediatamente comprendemos por qué nuestra moneda es la más débil del sistema financiero mundial.

Decir que al BCE sólo le deben preocupar los precios interiores y no el tipo de cambio implica negar que una moneda débil no provoca inflación. Por poner un ejemplo, sería lo mismo que decir: no me preocupa la subida de la gasolina mientras no tenga que repostar. Mis gastos son los de siempre...mientras me quede gasolina en el depósito. Una hipótesis válida, siempre y cuando mantengamos el coche parado.

Si lo que a Duisenberg de verdad le preocupan son los precios, debería mostrar preocupación por la caída del euro e intentar detenerla, antes de que acabe reflejándose aún más en el IPC. Por desgracia, una mala gestión de la moneda siempre puede camuflase con vacas locas con fiebre aftosa, o quejándose de la furia visigoda de los especuladores y de la OPEP. La incompetencia tiene una maravillosa capacidad de buscar excusas.

En Opinión