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José Hermida

Prohibido clonar

“Planeta rojo” (Red Planet, de Antony Hoffman; 2000) es una película en la que unos astronautas viajan a Marte para iniciar la colonización de ese planeta. En el trayecto, un tripulante dice a un compañero: “Ayer tuve un millón de visitas en mi página web; ¿y tú?”; el otro responde: “Yo sólo tuve ochocientas”, a lo que el primero replica: “Supongo que todas serían de tu madre”.

La acción transcurre en 2050, y el diálogo gratifica el supuesto conocimiento que el espectador tiene acerca de Internet, dando por hecho que la audiencia conoce el deseo íntimo de millones de personas por ser conocidos en todo el mundo, aunque sólo sea durante un ratito (hay docenas de miles de páginas web en las que el propietario del sitio nos muestra su coche, su perro, su casa y su familia, por este orden).

Sin embargo, la conversación entre los astronautas de la película me trajo a la cabeza una ilustración de principios de siglo XX titulada “Salida de la Ópera de París” en la que se veía a los espectadores dirigirse hacia sus casas montados en una especie de bicicletas voladoras sustentadas por globos aerostáticos, formando algo así como nubes de bicidirigibles que inundaban el cielo de la capital francesa. El ilustrador no había tenido en cuenta la potencial creación de discotecas, videoclubs, televisión... y atascos de tráfico urbano.

Con la película “Planeta rojo” sucede lo mismo: el guionista ha extrapolado la situación actual hacia un escenario futuro del que, ciertamente, no podemos opinar sin hacer gala de un alarde de soberbia.

Los batacazos que se autopropinan tantas y tantas iniciativas de negocios web tiene su principal origen en las extrapolaciones de situaciones de futuro basadas en éxitos específicos, anteriores y ajenos. Pero si algo caracteriza a Internet es que se trata de un escenario que no permite la clonación de los éxitos, sino únicamente de los fracasos.

En Internet, la emulación es una actitud de alto riesgo. La Red sólo premia la imaginación diferenciadora. ¿Por qué? Porque nuestro coche y nuestro perro sólo suscitarán interés, en el mejor de los casos, una sola vez. Si de verdad queremos captar la atención, deberíamos pensar en una actualización del sitio web en el que, por lo menos, hubiese un apartado que se titulase “Cosas graciosas que mi perro ha hecho HOY”.

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