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Katia Borrás

Festival wagneriano de Bayreuth

Desde hace 90 años el Festspielhaus de Bayreuth es la sede del acontecimiento musical alemán por excelencia, el Festival de Wagner, cuyas entradas están agotadas con ocho años de antelación. Este mítico teatro creado por Richard Wagner congrega año tras año a miles de apasionados wagnerianos que, procedentes de los cuatro puntos cardinales, acuden a esta pequeña localidad bávara con la misma ilusión que los peregrinos que llegan a La Meca.

Hasta el 28 de agosto, los entusiastas que reservaron sus entradas a tiempo podrán disfrutar de las Walkirias, Parsifal, Lohengrin, Nibelungos y demás personajes wagnerianos, pero también del favorito Thielemann, el actual director de orquesta, aunque los que se preparan para este acontecimiento durante ocho años probablemente valoren más el espectáculo de participar en sí que la calidad escénica de las obras.

En Bayreuth hay que distinguir dos clases de público: el que acude ansioso tras ocho años de espera y agradece cualquier representación que le sirvan y el que, año tras año, se queda sin entrada y suple su déficit cultural empapándose de la trama que transcurre fuera del patio de butacas: el culebrón que entre bastidores protagonizan los herederos de Wagner antes, durante y después del festival.

Desde 1876, en el 50 aniversario de la segunda etapa desde la postguerra, la memoria de este Festival es inseparable de la historia política y cultural de Alemania. Wolfgang y Wieland, los nietos del compositor que asumieron la dirección del festival tras la II Guerra Mundial, nunca lograron deshacerse de la sombra del que fuera uno de sus más asiduos espectadores del evento wagneriano: Adolf Hitler. La tarea de desvincular el festival de su caracter histórico y político era prácticamente imposible tras el uso propagandístico que los nacionalsocialistas hicieron de este compositor alemán. Tras la muerte de Wieland en 1966, el octogenario Wolfgang aún sostiene la batuta con la que la hija de Wieland, Nike, la de Wolfgang, Eva, y su segunda esposa, Gudrun, quisieran dibujar castillos en el aire. Las tres se disputan la sucesión del trono de la saga wagneriana.

Quienes consideren que las representaciones del Festspielhaus y la telenovela familiar no son espectáculo suficiente, pueden entretenerse con el desfile de los personajes de la vida pública alemana que se dan cita en la antesala del teatro. Los representantes de la llamada élite política y artística germanas se muestran y pronuncian siempre que se tercia, también en Bayreuth, a pesar de que este año el festival no ofrezca ninguna escenificación nueva. Lo importante es participar.

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