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Carlos Semprún Maura

Carriles de desencanto

En la guerra contra el automóvil desencadenada por la Alcaldía rosiverde de París y después de la memez de prohibir a los coches, durante un mes un trozo de la autovía Pompidou a orillas del Sena, lo cual sólo sirvió para aumentar la polución debido a los atascos, he aquí que lanzan en ciertas calles de gran circulación carriles reservados a los autobuses, taxis, motos y bicicletas. Sí, han leído bien. Imaginen qué tipo de seguridad va a existir con vehículos tan dispares circulando por un carril relativamente estrecho. Sacudan el shaker y lloverán accidentes. El primero, conocido porque se trata de concejal Verde Yves Contassot, desgraciadamente apenas herido por una moto, trata de que la alcaldía suprima las motos en dicho carril. Cuando un taxi, o un autobús, desplomen a otro ciclista, prohibirán, es de suponer, dichos vehículos en el dichoso carril, que se convertirá en vía reservada para las gaviotas y las mariposas en primavera.

La bicicleta está de moda y, como los piojos cuando no hay higiene, proliferan por doquier y no respetan ni los semáforos ni las aceras, convirtiéndose en el enemigo público número uno. Es cierto que hay demasiados coches en París, como en todas las grandes ciudades, y es asimismo cierto que soluciones existen en teoría, pero que nadie las lleva a la práctica: defender las aceras para los peatones, crear, como en Holanda desde hace un siglo casi, carriles especiales únicamente para las bicis, construir grandes aparcamientos en las puertas de París, para que los banlieusards pueden dejar sus coches, aumentar considerablemente el número de autobuses y su frecuencia, abaratar el precio y aumentar asimismo los taxis, por ejemplo. Estas medidas de sentido común todo el mundo las defiende, pero nadie mueve el dedo meñique. Un día, los peatones, principales víctimas del caos, nos rebelaremos y defendernos nuestras aceras y nuestros pasos a navajazo limpio. Ya va siendo hora.

Se me olvidaba la entrevista por televisión, anunciada a bombo y platillo, del primer ministro, anoche. No es de extrañar, porque, si bien habló durante 45 minutos, no dijo nada. Se lamentó, eso sí, porque el presidente Chirac había criticado al Gobierno, el día de la fiesta Nacional, además, el 14 de Julio. Sobre Córcega, todo bajo control, la inseguridad creciente, lo mismo. Sobre los impuestos, repitió lo que ha dicho Fabius: “continuarán” disminuyendo, pero resulta que para los contribuyentes hasta ahora sólo han aumentado. Prometió “suavizar” la rígida ley sobre las 35 horas, para las pymes y contratar personal hospitalario. Por cierto, ya han contratado a 10.000 enfermeras españolas. Eso no resolverá la ruina de los hospitales duramente denunciada por el profesor Bernard Debré hace unos días. Declaró, por ejemplo, que se anuncian billones para los hospitales “pero nosotros no hemos visto un céntimo”.

Si bien Jospin se declara contrario al vandalismo “boveriano” que destruye los cultivos de transgénicos, no anuncia, ni toma, la menor medida para impedirlo. En cambio y teniendo en cuenta la influencia creciente de los arqueomarxistas acorbatados de ATTAC, declaró sus simpatías por la “tasa Tobin”, a sabiendas de que Fabius ha dicho varias veces que sería una medida imposible de llevar a cabo, demagógica e ineficaz. Pero de cara a las elecciones piensa que será eficaz regalarles un caramelo a los señoritos de ATTAC. Pasándose de listo, se negó a declararse oficialmente candidato a las presidenciales, cuando todo lo que dijo tenía un carácter electoralista. La prensa del miércoles le juzgó severamente. Y, fíjense qué cosa más rara, el PS le aplaudió...

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