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Carlos de Prada

La independencia del CSN

Lo de poner el zorro al cuidado de las gallinas es toda una tradición en España . Cosas como, por ejemplo, nombrar Secretario de Estado de Aguas al director de los servicios jurídicos de la empresa hidroeléctrica con más intereses en las aguas nacionales, o designar responsable máximo de los incendios forestales a un hombre del sector maderero, pueden haber dado argumentos a muchos malpensados.

Invitan a pensar que ser juez y parte está de moda, prevaleciendo una filosofía que recuerda bastante, pero en otros ámbitos, a la de los enterradores de Montesquieu. ¿Se imaginan ustedes, por ejemplo, que los miembros de la CNMV proviniesen todos de Gescartera? ¿Qué control cabría esperar de tal órgano de vigilancia?

Pues traslademos este enfoque –sin prejuzgar y salvando las distancias- al organismo público que se encarga de velar por la seguridad de las instalaciones nucleares de nuestro país, el Consejo de Seguridad Nuclear, cuya intervención "estelar" en el asunto del Tireless es mejor olvidar.

Tradicionalmente, los consejeros de esta institución han sido siempre personas ligadas al sector nuclear. Hombres como Agustín Alonso, ligado al Foro de la Industria Nuclear Española, fue responsable de “seguridad” de la Junta de Energía Nuclear cuando en los años 70 se produjo en sus instalaciones una fuga radiactiva que fue a parar al río Manzanares. El personal se fue de fin de semana como si tal cosa. Anibal Martín fue gerente de la central nuclear de Valdecaballeros, que nunca llegó a funcionar; José Ángel Azuara, que trabajó previamente en la junta de Energía Nuclear; Rafael Caro, que estuvo en Euratom... por citar sólo algunos ilustres algunos ilustres consejeros del CSN.

Pero lo que ha causado sensación ha sido la entrada en escena de María Teresa Estevan Bolea, como nueva presidenta del CSN, quien alardea de haber trabajado en el Ministerio de Industria y Energía en los años setenta, colaborando en la puesta en marcha de todas las centrales nucleares hoy existentes en España.

Estemos a favor o en contra de la energía nuclear (las encuestas muestran reiteradamente que España es uno de los países más contrarios del mundo a esta clase de energía), la cuestión es si el CSN puede estar presidido por alguien que públicamente se ha manifestado a favor, con mucha más agresividad que las propias compañías eléctricas implicadas, de construir más centrales.

Más allá de si se está a favor o en contra de las nucleares , está el propio cumplimiento de las normas. Y estas dicen que la presidencia y puestos de consejero del Consejo de Seguridad Nuclear deben ser ocupados por personas marcadamente independientes (Ley 15/1980 de 22 de abril, de creación del CSN ,en su artículo 5º. 1.).

No olvidemos que lo que está en juego no es una posible “fuga” de dinero, como puede haber ocurrido en Gescartera, sino algo que, de no ser debidamente controlado, puede tener unas consecuencias mucho más trascendentes (hablamos, por ejemplo, de evitar accidentes o fugas radiactivas). El control y vigilancia de las instalaciones nucleares y radiactivas ha de ser absolutamente exquisito. Un país como España no puede permitirse un pseudocontrol de corte ucraniano. No olvidemos el daño que han hecho a países como Japón algunas negligencias en este asunto.

Tenemos una Presidenta del CSN que ha hecho unas declaraciones temerarias a la prensa sobre asuntos muy delicados, como las prórrogas de funcionamiento a centrales que tienen numerosas grietas en componentes básicos para su seguridad, como su propio organismo reconoce. Una Presidenta que, contradiciendo al propio Aznar (no olvidemos aquel famoso debate televisado con Felipe González, en el que el hoy mandatario español se mostró contrario a construir más centrales) ha dicho que “tendremos que construir más nucleares”.

Tan beligerante identificación de la máxima responsable de la seguridad nuclear con los intereses de quienes debieran ser controlados por ella es, además de ilegal, absolutamente impresentable. El CSN, por Ley, no es, o no debiera ser, una tribuna de promoción de la energía nuclear; sino un órgano que se ocupe de vigilar que tal clase de energía no constituya una amenaza (aunque cabe preguntarse por qué será que ninguna otra clase de energía precisa de un órgano específico).

La seguridad nuclear es un asunto muy serio, como para dejarlo en manos de alguien que no ha sido capaz siquiera de tener la habilidad, aunque fuera perversa, de disimular de qué pie cojea. Máxime cuando la imagen de “independencia” del CSN –ya antes de la llegada de la señora Bolea- estaba bastante agrietada por numerosos affaires (Tireless, Acerinox, Trillo, Zorita, Almaraz, etc.).

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