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Alberto Míguez

Inevitable reverendo

Pase lo que pase, sea donde sea, el reverendo Jackson siempre aparece para meter la nariz donde nadie lo llamó y actuar de arreglacosas y conseguidor universal. Sobre todo si se trata de prender la hebra con asesinos, dictadores, verdugos, mangantes y talibanes de toda clase y condición. Se pirra por los canallas.

Un día se le ve abrazando a Saddam Hussein, otro a Fidel Castro y, al día siguiente, del bracete con un ayatollah o un reducecabezas de Nueva Guinea. Es que no para. Con tal de aparecer por televisión, lanzar una prédica y confraternizar con la gallofa planetaria, el reverendo es salsa de todos los platos y comidilla de todos los mentideros infames.

Ahora está haciendo las maletas para hacer turismo revolucionario con los talibanes y, de paso convencer a Bin Laden que se entregue a los marines. El criminal en jefe se lo está pensando. Pero el reverendo tendrá derecho a unos segundos en la CNN, que de eso se trata.