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Emilio J. González

El holandés miope

Wim Duisenberg pasará a la historia como el primer presidente que ha tenido el Banco Central Europeo. Puede que se le recuerde también por sus desatinos en la ejecución de la política monetaria. El "holandés errante" es muy dado a bajar los tipos de interés cuando no tiene que hacerlo, a subirlos tarde y, ahora también, a demorarse en el recorte con excusas peregrinas.

Duisenberg acaba de decir que el BCE apenas tiene margen para abaratar el precio oficial del dinero. Sus palabras, si se sacan del contexto actual, pueden sonar muy bien. ¡Olé! La zona del euro tiene un banquero central serio, duro, que no se inmuta ante nada ni ante nadie en la ejecución de la política monetaria y se guía por la más estricta ortodoxia en nombre de la muy necesitada credibilidad para él, para la institución que preside y para la moneda que maneja: el euro. ¡Qué bonito sería todo si no fuera porque al poner sus palabras en contacto directo con la realidad macroeconómica de la zona del euro lo único que producen son rubor de vergüenza cuando no risa!

Por lo visto, el amigo Duisenberg no se ha enterado de que la inflación en los principales países de la unión monetaria se encuentra muy próxima a ese 2% marcado como objetivo por el BCE para el conjunto de la zona del euro. Incluso España, la inflacionista España, ha reducido drásticamente en septiembre su tasa de aumento de los precios hasta el 3,4%. Y todavía puede bajar más gracias al desplome del precio del petróleo, a la recuperación parcial del euro, que ya cotiza con holgura por encima de las 0,90 unidades por dólar, y a la intensa desaceleración que experimenta la economía de los "Doce". ¿Alguién habló de presiones inflacionistas? Desde luego, ahora no se percibe ninguna en el horizonte.

Duisenberg, sin embargo, parece que todavía no se ha enterado. El irritante holandés sigue pensando que el precio oficial del dinero está muy bien donde está, esto es, en el 3,75%. Quizá no sabe que lo más probable es que, antes de que termine el próximo invierno, la inflación del conjunto de la zona del euro estará por debajo del 2%, lo que supondría, de seguir las cosas como hasta ahora, que los "Doce" tendrían unos tipos de interés reales de casi dos puntos. Y eso con una economía que no va a crecer mucho más allá del 1%, según las últimas estimaciones de la Comisión Europea para la unión monetaria. ¿Para qué sirve un dinero caro en este escenario de baja inflación y menos crecimiento? Para nada excepto para lastrar pesadamente la reactivación de la economía europea.

Quizá Duisenberg piensa que se gana prestigio como banquero central haciendo lo que hizo Hans Tietmeyer al frente del Bundesbank en 1992, o sea, provocar una grave crisis económica por mantener altos los tipos de interés. Pero el "holandes miope" está pasando por alto algo muy importante. Por entonces, la inflación era un problema y el déficit público problema y medio. Ahora no es así, pero Duisenberg no lo entiende por lo que, al intentar emular al "kaiser" Tietmeyer, puede terminar pareciéndose a aquel estupido presidente que tenía la Reserva Federal en 1929, que no supo entender nada de lo que pasó en el tristemente famoso "martes negro" y acabó por transformar el estallido de una burbuja financiera en la crisis económica más grave que conoció el mundo en todo el siglo XX.

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