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Jesús Gómez Ruiz

Fox, “españolazo”

La tragedia del once de septiembre ha retirado de repente la venda de los ojos a Francia y a México en relación con el terrorismo etarra. De verlos como una banda de guerrilleros románticos en busca de la libertad para su país (“organización independentista”, que decía la CNN), ahora los ven como lo que son: una banda de asesinos sin escrúpulos (la CNN ahora dice “organización terrorista”). A los hijos “descarriados” —y no tan pródigos— del PNV se les van acabando los santuarios; y Arzallus y Anasagasti, —sus amantísimos padres putativos— ya no saben qué hacer para proteger a sus peones de brega, esos que sacuden el nogal.

Los líderes peneuvistas acusan a Vicente Fox de “amiguismo” con Aznar, porque el presidente mexicano decidió extraditar etarras sin consultarles. Sólo les ha faltado llamarle “españolazo”, como peyorativamente llaman los batasunos a quienes se declaran españoles en el País Vasco. Arzallus todavía no se ha enterado de que hace casi 200 años que México es un estado soberano, mientras que el País Vasco nunca lo ha sido, pese a todos los intentos nacionalistas por reescribir la Historia. Pero lo más chocante es que el propio Fox les ha puesto en evidencia, al declarar haber recibido “indicaciones” de Arzallus para que no extraditara a sus gloriosos gudaris con tanta liberalidad.

A la dirección nacionalista no se le ha ocurrido otra cosa mejor que acusar al presidente mejicano de mentir. Y por qué iba a mentir Vicente Fox, se preguntaría uno. Después de las vueltas, revueltas y recontravueltas que ha dado el PNV en su larga política de ambigüedad con el terrorismo (25 años mareando la perdiz), la verdad es que a los nacionalistas vascos les queda ya muy poca credibilidad, si es que les queda alguna. Por eso, cuando se acogen al sagrado de la Justicia —que no ha hecho gran cosa hasta ahora por investigar el holding del asesinato y la extorsión— para evitar que se fiscalicen y congelen las cuentas bancarias del entramado etarra, uno no puede evitar reprimir una triste sonrisa. ¿Qué dirá el amigo (de conveniencia) de Montesquieu, Jon Josu Imaz, cuando la Unión Europea apruebe definitivamente los mecanismos necesarios para intervenir las cuentas de las organizaciones terroristas?

Pero la guinda en el pastel del despropósito la ha puesto Llamazares, el utillero oficioso y casi vocacional del PNV, que como limosna ha recibido una consejería en el Gobierno Vasco en la persona de Madrazo. Como pago a tan señalado servicio, ha acusado a Aznar de paranoico y de querer saltarse el Estado de Derecho, del que, por cierto, quedan ya pocas trazas en el País Vasco si se tiene en cuenta que medio parlamento tiene que llevar escolta para protegerse de la calculada incuria, hostilidad abierta y necedad colaborante del otro medio. Madrazo y Llamazares, por razón de sus cargos políticos, seguramente tendrán también escolta. Pero es difícil de creer que su miedo y “paranoia” por ser un posible objetivo terrorista sea superior al que puedan tener los líderes del PNV, o incluso los de EH... a no ser que teman a Ben Laden. Aunque, si bien se mira, tampoco, que después de todo hizo su contribución económica a la causa de la “liberación” del pueblo vasco.

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