Menú
Diana Molineaux

Los nuevos amigos de Bush

La guerra contra el terrorismo, que según el presidente Bush puede durar dos años más, está en sus primeras fases pero ya ha provocado un cambio de alianzas impensable hace tan solo dos meses. Rusia redujo espontáneamente el nivel de alerta de sus tropas después del ataque del 11 de septiembre, China ha dado una autonomía sin precedentes al Servicio Secreto para que proteja a Bush durante su estancia en Shanghai y el Irán ha ofrecido ayuda a los soldados norteamericanos heridos que se refugien en su territorio.

Hasta el pueblo norteamericano ha olvidado su afición por las miradas pícaras y los gestos infantiles de Clinton y prefieren las expresiones de cowboy de Bush, hasta el punto de que por un 76 a 22 por ciento se declaran más confiados por tener a Bush como presidente en esta crisis.

La Casa Blanca tiene que esforzarse por desmentir diferentes informes de un acercamiento acelerado a Pekín: primero que Bush iba a levantar las sanciones económicas contra China y este jueves el The New York Times asegura que Bush, a pesar de las fuertes críticas contra Pekín durante la campaña electoral, tendrá que seguir la política de Clinton de acomodarse al gigante asiático.

Bush se esfuerza también por evitar conflictos con enemigos tradicionales, como Irak, y tan solo confirma que su presidente Saddam Hussein es “un hombre malo”, pero no redobla los tambores de guerra como desean los mejores aliados de Israel. Igual ocurre con Siria, un país que está en la lista norteamericana de patrocinadores del terrorismo y con quien Bush se declara dispuesto a considerar una posible colaboración.

Para los países que esperan más ventajas de estar a favor que en contra de Estados Unidos, este es un momento ideal para hacer buenos amigos, pues el gigante que no paraba de repetir hace dos meses que es la única superpotencia que aún queda en el mundo, por primera vez necesita amigos. En el caso de Rusia, parece ser que Putin está dispuesto a aprovechar una ocasión que le permite, además, adelantar sus intereses en el Asia Central.

Pero en la medalla de Moscú, el reverso le ha tocado a Cuba, que pronto se quedará sin la presencia rusa en la base de Lourdes, donde durante más de 40 años los rusos han espiado electrónicamente los Estados Unidos: El Kremlin no ha dicho cuando se irán sus funcionarios, pero sí anunció que ha decidio ahorrarse los millones de dólares que les cuesta anualmente mantener este puesto de observación.

Quizá Fidel Castro no pierda muchas divisas con la marcha de los empobrecidos rusos, pero cada día queda más limitado a las alianzas con caciques de la región y sus sueños internacionalistas no van más allá del Caribe.

En Opinión