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Carlos Semprún Maura

Caminito que el tiempo ha borrado...

El contenido poli-mili de la exposición París-Barcelona, que tiene lugar en los escombros del Gran Palais, o mejor dicho en una sucursal que no está en obras permanentes (como la reforma de la enseñanza, pongamos) tiene dos rostros, como un viejo actor que se mira en el espejo: el francés, que pese al maquillaje es evidente y puede resumirse con la retahíla de que París, siendo la capital mundial de la cultura, Barcelona constituye una de sus muchas despensas; y el catalán, que con ardor provinciano pretende demostrar que, si no es la Barcelona, es una capital mundial de la cultura, mucho más que Madrid,.. no faltaba más.

Pero bueno, hay cosas y talentos indudables en esta exposición, y si no siempre se ve muy claro la supuesta influencia de unos y otros. Es cierto que el malagueño Ruiz Picasso se afincó en París hasta después de la segunda guerra mundial, cuando teniendo en cuenta sus amistades peligrosas con los ocupantes nazis, por mediación de Jean Cocteau entre otros, quiso protegerse adhiriendo al PCF y refugiándose en la costa Azul, por si las moscas. Pero, por ejemplo, para alguien como yo, que ha visto a Gaudí en Barcelona, y hasta ha vivido quince días en “La Pedrera”, dado citas en el Parque Guëll y más cosas así, ver dibujos y maquetas de esas obras en una exposición es bastante decepcionante. A mí me gusta Gaudí, pero entiendo que pueda enfurecer a otros arquitectos, como el suizo Le Corbuisier. Hay que señalar que éste, en sus teorías, era bastante talibán, ya que se declaraba partidario de la destrucción total de las ciudades existentes –y por lo tanto de la Sagrada Familia, como de nuestros maravillosos viejos barrios– para reconstruirlas según sus propios criterios, que a mí, mira por donde, no me convencen en absoluto.

Sin embargo, es cierto que París, a finales del siglo XIX y en otros periodos, particularmente después de las dos grandes guerras (1914-1918 y 1939-1945), fue una ciudad cosmopolita cita de numerosos artistas, pintores, escritores, músicos, etc. quienes, por infinidad de motivos, no siempre políticos, casi nunca políticos, residieron largas temporadas en la capital gala, sin que ello signifique nada de lo que algunos quieren teorizar. Hemingway y Scott-Fitzgerald vivieron en París, Faulkner no ¿Quién es el mejor novelista?

Mi mujer, en 1952, organizó la primera exposición mundial de Sam Francis en su galería de la calle del Dragón, sencillamente porque Francis residía en París y a Nina le gustaba su pintura (a mí, no). Siendo español de París, no voy a negar que París tenga su duende, pero además tenía, antaño, grandes pintores franceses. Para mi afición personal es en torno a finales del XIX y comienzos del XX cuando se sitúa un gran periodo de la pintura francesa. Eso ha terminado y basta darse una vuelta por la FIAC 2001 para cerciorarse de que no quedan pintores en Francia, y los que quedan no son franceses. No hay que darle exagerada importancia al asunto. Tampoco hay cine, teatro, novela (ensayo, sí). Desde el punto de vista de la creación artística hay edades de oro y edades de barro, sin que ello nada tenga que ver con el PIB o con el primer ministro, y aún menos con el Ministro de la Cultura, la institución más eficaz que se ha inventado para masacrar a la creación, que es rebeldía, o no es.

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