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Encarna Jiménez

Prada y las paridas

La discusión sobre las ventajas y los inconvenientes de la “paridad” como fórmula de avance para la política de igualdad de las mujeres ha tenido en los últimos días unos protagonistas inesperados. El pistoletazo de salida lo dio Juan Manuel de Prada en ABC con un artículo titulado “La parida de la paridad” que soliviantó a unas cuantas. La respuesta, firmada por varias militantes o simpatizantes del PSOE, no se dejó esperar y, bajo el título de “Las paridas de un ignorante”, se despacharon a gusto contra el escritor. Él les ha replicado con otro artículo titulado “Las ménades” en el que se dedica, sobre todo, a descalificar la respuesta de las furiosas contestatarias, pero, entretanto, pocos argumentos se han aportado a la discusión, aunque han conseguido que se hable sin tapujos sobre la realidad de las políticas de “discriminación positiva”, sus carencias y sus virtudes con el picante del intercambio de insultos.

En el fondo de esta polémica está el hecho de que hay un estancamiento en el acceso de mujeres a lugares de poder. Aznar hizo una apuesta hace años con la promoción de alcaldesas y, posteriormente, con el golpe de efecto de Luisa Fernanda Rudi y Esperanza Aguirre ascendidas a la presidencia del Congreso y el Senado, pero, entre todas las mujeres, la que tiene una mayor presencia es Ana Botella.

Al tiempo, se ha visto que el círculo de mayor peso en el Partido Popular está compuesto por varones, como siempre. El PSOE, por su parte, quiere marcarse un tanto con la propuesta de la paridad, que siempre puede ser criticada como fórmula general, precisamente desde un punto de vista consecuente del principio de igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos, sin distinción de raza, creencia o sexo, pero, como estamos en sistemas cerrados de participación cuando hablamos de partidos políticas y de listas, es hasta comprensible que se plantee el tema de la paridad para obtener unos réditos publicitarios y, de paso, mover un banquillo demasiado estancado. El problema es que al PSOE, como a cualquier partido que se proponga la promoción de un colectivo, se le ven las costuras del oportunismo. La propia Cristina Alberdi ha criticado que Bono, el Presidente de Castilla-La Mancha se convierta en Quijote de esta guerra cuando él no la lleva a la práctica. Zapatero tendrá más de un problema cuando la intente imponer y, en suma, todo quedará como un asunto interno que, si no se hace mal, se convertirá en un elemento que aporte buena imagen a sus promotores.

El Partido Popular, probablemente, intentará contrarrestar lo que es una declaración de intenciones con la promoción, a dedo, de unas cuantas mujeres que ejemplifiquen la teoría de la paridad y su contraria, pero, al final, todos los partidos harán lo mismo: Promover mujeres desde la cúpula. El sistema de cuotas, cuya legalidad puede ser cuestionada, tanto como otras políticas de apoyo en una sociedad tan mediatizada por el estado y los partidos políticos como la española, puede resultar un fiasco o una forma de que lleguen a posiciones de cierta relevancia mujeres que no tienen probada su competencia, pero alzar la voz airada, como hacen Prada y sus oponentes, sobre este asunto sin denunciar que nos encontramos ante un problema de imagen y de oportunismo y no de principios y constitucionalidad es coger el rábano por las hojas. La política de “paridad” es casi un asunto interno de los partidos que dudan entre que la posición de las mujeres en los mismos venga otorgada por el jefe o por el comité ejecutivo. Del resto, de los avances en la política de igualdad, deberían encargarse también otros colectivos sociales aunque, entretanto, no venga mal que un polemista sin complejos y varias mujeres airadas discutan sobre el asunto.

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