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Alberto Míguez

La rechifla del terrorismo

La XI Cumbre Iberoamericana de Lima concluirá dentro de unas horas: dos días de discursos, cenas, homenajes, fotos de familia, sonrisas y declaraciones. Veintiún jefes de Estado y varios de Gobierno (España y Portugal, entre otros), encerrados con un solo juguete, la “Declaración Final” previamente pulida por los ministros de Exteriores y que, como todos los años, constituirá un inventario de buenas intenciones, mejores propósitos y promesas incumplidas. Lo de siempre y más de lo mismo. Un ausente inesperado: Castro. Al final le dio miedo la “inseguridad” de Lima y el encontrarse cara a cara con su peor enemigo, nuestro amigo Carlos Alberto Montaner, en el homenaje iberoamericano a Mario Vargas Llosa. Todo un ejemplo de coraje en este dinosaurio stalinista.

La verdad es que el modelo de las Cumbres está agotado. Estas reuniones se convertirán si acaso mañana en una oportunidad para que los líderes iberoamericanos se reúnan bajo la mirada benevolente del rey de España e intercambien opiniones, se cuenten chistes y, tal vez, coordinen políticas y estrategias. Eso, en el mejor de los casos.

Este año tocaba terrorismo y se redactó una declaración “ad hoc”. Un cúmulo de lugares comunes, tópicos y refritos. O si se prefiere, un subterfugio para que los dirigentes iberoamericanos no hablen del terrorismo propio ni se atrevan a definirlo. Por ejemplo: las FARC y el ELN de Colombia, grupos armados cuya dedicación principal es el crimen, el chantaje, los secuestros y la intimidación, no se consideran grupos terroristas. Para no incomodar al pobre presidente Pastrana que se entregó a ellos atado de pies y manos con la ilusoria aspiración de negociar una paz que no llega ni llegará.

O para que el comandante Chávez no se incomode porque les ayuda, protege y reconoce como interlocutores. Curándose en salud tampoco hay referencia alguna a ETA, tal vez para evitar que Castro, como el año pasado en Panamá, diga a través de su ministro de Exteriores, Pérez Roque, que Cuba no la firma.

Por supuesto nadie se atreverá en este Cumbre a llamar a las cosas por su nombre y señalar como terroristas a estos “grupos armados”, “rebeldes”, “insurgentes”, como púdicamente los denominan los medios de comunicación criollos.

Aunque en la Declaración aprobada se asegura tajantemente que los países firmantes se comprometen a “combatir los actos de terrorismo en todas sus formas y manifestaciones”, nada se dice en cambio de las organizaciones que cometen estos actos, algunas de las cuales asistieron, por ejemplo, a cursos “de educación cívica” organizados por España en la Comunidad Valenciana como así ocurrió en el pasado con algunos dirigentes de las FARC colombianas.

En otro párrafo de la Declaración iberoamericana sobre terrorismo puede leerse: “Los firmantes se comprometen a no prestar ayuda ni cobijo a los autores, promotores y participantes en actividades terroristas”. Vista desde la perspectiva española, esta frase roza la chacota y el sarcasmo. No menos de 4 países iberoamericanos (Uruguay, México, Venezuela y Cuba) dan cobijo —y, tal vez, ayuda— a los terroristas de ETA y en dos casos (Venezuela y Cuba: Dios los da y ellos...) estos criminales reciben un trato deferente como si se tratara de refugiados políticos. Por eso cuando se lee otro de los párrafos de la Declaración (“Los firmantes se comprometen al intercambio de información, detención, enjuiciamiento, extradición y sanción” de los terroristas que se encuentren en su territorio) la ganas de reírse a carcajadas resultan insoportables.

Iberoamérica fue la región mundial que más tarde y con menos coraje reaccionó a los atentados del 11 de septiembre pese a los lazos estrechos y la historia compartida con Estados Unidos (con sus luces y sombras obviamente). El caso de México fue paradigmático pero hubo otros igualmente llamativos. La Declaración contra el terrorismo pretende neutralizar con una retórica espesa y anticuada aquel fallo garrafal.
Cuando se piensa, por ejemplo, que en Venezuela ha medio centenar de etarras y que gozan de un amable refugio sin que al comandante Chaves le importe mucho, la Declaración de Lima parece un chiste.

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