Menú
José Hermida

Añoranza de la tribu

Un severo artículo de Diana West en el Washington Times, reclama al presidente Bush que deje de llamar "pobre tipo" a John Phillip Walker, alias Adbul Hamid, alias Sulayman al-Lindh, el niño bien que se hizo talibán. La autora reconoce la magnanimidad del presidente, pero le parece más ajustado el calificativo de traidor, por asumir que el idealismo tiene poco que ver con todo este asunto.

Lo cierto es que desde hace más de cuarenta años, los jóvenes de cada época han buscado signos de identidad tribal. Desde la ingenua imagen pseudo ángel-del-infierno de Marlon Brando en The Wild One, donde el actor se muestra vestido con dudoso buen gusto al tiempo que exhibe una maldad más que impostada, han circulado ente nosotros pavitos, blousons noirs, mods, rockers, new agers y sabe Dios cuantas tribus más, cuyos componentes, sin ningún género de dudas, andaban buscando un identidad propia, la cual, debida a diversas razones, no era propiciada de modo satisfactorio en el entorno familiar y social correspondiente.

Es cierto que las adscripciones a las denominadas tribus urbanas se dan con más frecuencia en entornos con rentas familiares bajas, en las que se descarta el hecho de su reciente cosmopolitismo, tras la redención de las duras labores del campo a partir de los años sesenta. A menor capital social, mayor número de afiliaciones.

El desclasamiento social era ya un fenómeno corriente entre impresionistas y modernistas y presentaba ciertos aspectos grupales de identificación, que es lo que la moda de confección industrial denomina "tendencias".

La singularidad de Walker, en cambio, es el individualismo afecto a su extravagancia. No ha tenido lugar una afiliación islámica en masa por parte de los muchachos estadounidenses de raza blanca, por lo que no se tiene por qué producirse alarma social de ningún género. Se trata de un caso de lavado de cerebro en el que la víctima se ha inmolado voluntariamente.

Cuando los expertos chinos que trabajaban para el ejército de Corea del Norte aplicaron sus técnicas a los aliados prisioneros, se pudo constatar, tiempo después, que resultaba realmente fácil para los verdugos el poder convertir en comunista, en tan sólo cuarenta y ocho horas, a un blanco anglosajón educado en una universidad, mientras que con los hombres de raza negra y los hispanos resultaban mucho más difícil. De hecho, a estos grupos, considerados insensibles a las técnicas de lavado de cerebro, se los recluía en barracones aparte. El mayor número de lavados efectivo se practicó en los mencionados anglosajones, mientras que el resto fueron, por este orden, británicos y australianos.

En las fuerzas aliadas también participaron soldados turcos. Ni un solo de ellos fue receptivo al lavado de cerebro. Un oficial turco lo explicó así, años más tarde, a los psicólogos que analizaban los casos: "si uno de mis hombres de hace comunista, le arranco los dientes a culatazos".

Y lo que sucedió fue precisamente que a partir de estas observaciones, el ejército norteamericano cambió las técnicas de adiestramiento de los soldados destinados a fuerzas expedicionarias: una dureza sin límites en los campos de entrenamiento. No sería del todo imposible que uno de los cambios severos que pudieran producirse en nuestra sociedad a resultas del 11-S consistiese en un regreso a formas más radicales de educación en la sociedad civil. Al tiempo.


Más información sobre Internet en la Revista de CIENCIA Y SOCIEDAD de Libertad Digital

© www.libertaddigital.com 2001
Todos los derechos reservados


Titulares de Libertad Digital
Suscríbase ahora para recibir nuestros titulares cómodamente cada mañana en su correo electrónico. Le contamos lo que necesita saber para estar al día.


!-->

En Tecnociencia

    0
    comentarios