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Carlos Sabino

Chávez y las lecciones de Argentina

Los principales voceros del chavismo han reaccionado en Venezuela con una mezcla de altanería y mal disimulada satisfacción ante los recientes sucesos de Argentina. La situación, para ellos, es en el fondo muy simple: Argentina tiene recesión, desempleo y una impagable deuda externa simplemente por haber adoptado la llamada 'caja de conversión', una más de las políticas de ese neoliberalismo que, a decir del presidente Hugo Chávez, no es otra cosa que 'el camino que conduce hacia el infierno'. Al analizar de un modo tan equivocado y simplista esa compleja realidad, los gobernantes venezolanos pasan por alto las verdaderas lecciones que podrían sacar de la caída del gobierno de De la Rúa y se niegan a comprender las razones que, a ellos mismos, los están llevando hacia la ruina.

La política de convertibilidad argentina -que fue una consecuencia directa de la absoluta pérdida de confianza de los argentinos en su moneda anterior- funcionó eficazmente durante varios años: sirvió para eliminar la inflación, para sustentar las altas tasas de crecimiento económico que tuvo el país sureño -del orden del 6 al 9% anual- y para superar los efectos de la crisis mexicana de 1995. Recuperada la confianza en los mercados internacionales, Argentina, sin embargo, continuó aumentando sus gastos fiscales y el monto de su deuda externa; esto, en el marco de la recesión desatada por la devaluación brasileña de 1998, fue creando una delicada situación que el gobierno de De la Rúa, indeciso, lento y cada vez con menos apoyo político, no fue capaz de manejar. Al final, luego de imponer duras medidas que atentaban directamente contra la propiedad privada, la gente salió a las calles y 'derrocó' a un mandatario que ya había perdido todo su prestigio y no tenía la menor credibilidad.

Sin tomar en cuenta la verdadera dinámica de la situación, los chavistas hacen análisis sesgados, que deforman los hechos y pasan por alto los verdaderos problemas que se enfrentan aquí. Se nos dice que Venezuela ha tenido un crecimiento económico del 3% en el año 2001, que la inflación se ha reducido, que con políticas estatistas la economía avanza con paso firme. Pero se oculta que las escuálidas cifras de crecimiento se han dado gracias a los altos precios petroleros que reinaron hasta mediados de este año, que el déficit fiscal para 2002 será incalculable, que no hay casi inversión privada y que existe una desconfianza generalizada hacia el gobierno de Chávez, tanto dentro del país como en los mercados internacionales. Venezuela se encamina hacia una crisis fiscal de grandes proporciones con sus casi inevitables secuelas de devaluación e inflación. Ya el dólar, en el mercado nacional, ha comenzado a subir de un modo difícil de controlar.

Pero esto no es lo más grave. Lo que domina el clima interno es el creciente repudio hacia un gobierno que pretende imponernos ahora el modelo comunista que tan estruendosamente fracasó hacia finales del siglo pasado, la movilización de la sociedad civil, el aislamiento progresivo de un gobernante que ha perdido toda credibilidad y confianza. Esta es, precisamente, la parte de la historia que aquí no se quiere ver: De la Rúa no fue víctima de un golpe de estado, no cayó por una conspiración de factores de poder civiles o militares. El gobierno argentino se tuvo que ir porque la gente desobedeció abiertamente el decreto de Estado de Sitio que se había promulgado, porque salió a manifestar, en plena noche, haciendo sonar sus cacerolas y las bocinas de sus automóviles.

Chávez no parece comprender que no puede gobernar a Venezuela -una nación de larga tradición democrática- con el estilo cuartelero que lo caracteriza; que el paro cívico del 10 de diciembre y el gigantesco cacerolazo que lo acompañó son el presagio de lo que le aguarda. Cuando, muy pronto, la crisis económica golpee de lleno, la desobediencia civil y el repudio abierto a su gobierno -ineficaz y corrupto- lo llevarán a un callejón sin salida. Ya nadie le obedecerá ni le tendrá miedo y la protesta será tan grande que resultará imposible reprimirla. Sin golpes de estado ni mayor violencia, creemos, acabará la pesadilla que hoy atormenta al pueblo venezolano.

Carlos Sabino es corresponsal de la agencia de prensa AIPE.

Este artículo se publica, junto a otros de Carlos Ball, Martín Higueras, Víctor Llano y más autores en la Revista de América de Libertad Digital. Si desea leerlos, pulse AQUÍ

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