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Emilio J. González

Las cosas, por su nombre

Decía Ortega y Gasset que para resolver lo que nos pasa, primero tenemos que saber qué nos pasa, o sea, identificar el problema y sus raíces y llamar a las cosas por su nombre. En Argentina, sin embargo, todo el mundo parece empeñado en volver la vista hacia otra parte para no ver las verdaderas causas de la desastrosa situación económica en que se halla el país y, desde luego, se niegan a llamar al pan, pan y al vino, vino.

Precisamente por ello, y porque se trata de una empresa con intereses en Argentina participada en un 43% por otra compañía con intereses todavía mayores en aquel país, adquiere especial relevancia lo que acaba de decir Antoni Brufau, el presidente de Gas Natural, sobre las exigencias del Gobierno de Eduardo Duhalde a los bancos y empresas españolas instaladas allí.

Brufau, de entrada, ha manifestado que “no se puede ser solidario” con un país en el que los ciudadanos se han llevado fuera la mayor parte de su dinero. Gran verdad. Lo primero que debería haber hecho el Gobierno argentino es elaborar un programa de medidas que devuelva la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes y, sobre todo, en su economía. Es así, y no de otra forma, como Argentina remontará su penosa situación actual porque todo el dinero que esta fuera del país es dinero que no paga impuestos -de ahí vienen las dificultades para pagar la deuda externa, las pensiones y los salarios de los funcionarios- y que tampoco se invierte en la nación para crear riqueza, empleo y bienestar. Y ese país es el que luego viene a exigir a las empresas españolas que paguen los platos rotos por el descrédito institucional en que ha degenerado la corrupción y por los graves errores de política económica cometidos por los sucesivos Gobiernos desde que se restauró la democracia en 1990. Si los argentinos quieren solidaridad, por tanto, ellos mismos son los primeros que tienen que ser solidarios con su propio país, pagando sus impuestos y repatriando los dólares que han sacado a espuertas.

Ese mismo principio es igualmente válido en lo que se refiere a la condonación de la deuda externa argentina, algo a lo que se ha opuesto Brufau, porque la condonación sería dar carta blanca a los argentinos para seguir haciendo lo que han hecho hasta ahora, esto es, elegir Gobiernos corruptos, negarse a pagar impuestos y poner su dinero a buen recaudo en Miami mientras el país se hundía irremisiblemente en una crisis sin precedentes históricos.

Eso no quita para que las empresas españolas no colaboren en la salida de la difícil situación actual. Ellas, a fin de cuentas, obtienen beneficios allí y las empresas, sean del lugar que sean y estén instaladas en la parte del mundo en la que estén instaladas, tienen una responsabilidad social para con las sociedades donde desarrollan sus actividades. Pero esa responsabilidad, lejos de eximir a los argentinos de asumir la suya, supone una exigencia para que toda la nación ponga de su parte todo lo que tenga para sacar adelante al país. Esa tarea la tienen que asumir todos, no sólo una parte y por decreto impuesto de forma unilateral por parte del Gobierno. En caso contrario, que nadie se extrañe si las empresas españolas empiezan a deshacer sus posiciones allí como hicieron los bancos y las compañías estadounidenses tras la crisis de la deuda latinoamericana de mediados de la década de los ochenta.


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