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Diana Molineaux

El estado del mundo

Es habitual que el mundo entero siga los tradicionales discursos del “estado de la Unión” que los presidentes norteamericanos pronuncian a finales de enero, pero el presidente Bush se ha dirigido directamente a todo el mundo. Se le pudo seguir en directo por internet, la televisión árabe Al Jazeera lo transmitió en directo y su invitado de honor fue el nuevo jefe del gobierno afgano Karzai.

El presidente que hace cuatro meses declaro la guerra a Osama Ben Laden, ni siquiera lo menciono esta vez y, aunque anunció que la guerra contra el terrorismo no ha hecho más que empezar, no parece probable que su referencia a Corea del Norte, Irán e Irak como estados terroristas, sea una amenaza de ataques inminentes.

Por encima de las propuestas económicas y la propuesta para el mayor incremento en los gastos militares de la historia del país, Bush desafió a los legisladores a que colaboren con él. Aprovechó su popularidad sin precedentes, no por la elevada cifra de apoyo sino por su extraordinaria duración, para exigir que superen las diferencias de partido.

Bush dio el primer paso y alabó por su nombre a los rivales políticos, además de presentar programas sociales tradicionalmente demócratas. Una buenas estrategia para obligar a sus oponentes a seguirlo y quedarse sin argumentos, o bien a exponerse a la antipatía general si rechazan a un presidente popular que, además, les ha tendido públicamente la mano.

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