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Alicia Delibes

La barbarie de nuestra sociedad

En un número del pasado mes de marzo del periódico La Razón venía un artículo titulado “El profesor de secundaria”, escrito por Carlos París, en el que el autor manifestaba su convicción de que la educación es clave para la construcción del futuro de un país y no sólo, decía, por esa idea “economicista” de que la educación es “creación de capital humano” sino porque el “grado de altura humana, de realización de nuestras posibilidades dependerá de “la forma en que las generaciones hayan sido troqueladas por el proceso educativo”. Las reformas educativas que en su artículo Carlos París apoyaba eran las que comúnmente reclama la izquierda: mayor inversión del estado, aumento del número de profesores, un trato individualizado del alumno, la no separación en grupos o itinerarios diferentes y la seguridad en el empleo (funcionarización) para los profesores interinos.

Aparte de estas ya tan conocidas y manoseadas reivindicaciones, Carlos París insistía en la importancia que, en la educación, tienen los profesores y en las dificultades con las que hoy día deben éstos enfrentarse. Una de las mayores dificultades, escribía, es “la barbarie de nuestra sociedad, una sociedad dominada por la violencia, la corrupción y el éxito fácil, en la que la ética y el conocimiento desinteresado cuenta cada vez menos”. Una de dos: o la educación es transcendental para formar la sociedad del futuro o no lo es. Porque si pensamos que la educación es clave para construir el futuro, también deberemos creer que ha sido clave para formar el presente. El sentido común nos lleva a tener que admitir que esta sociedad violenta y corrupta de hoy ha sido el fruto de una pésima educación de ayer, y de ahí que tengamos que buscar las causas del error cometido. Un error que, para Carlos París, debe ser capital si ha conducido a una tan terrorífica sociedad.

Pero es que, además, este argumento de que el mayor problema de la escuela de nuestros días es remar contra la corriente de una sociedad “pecaminosa” se está haciendo recurrente entre quienes quieren hacer culpable de la situación de la enseñanza a una sociedad, competitiva, corrupta, violenta, y no sé cuántos horrores más, como si la sociedad fuera una especie de organismo ajeno a los individuos que la forman. Una idea que, por otra parte, resulta muy útil para toda esa progresía que nunca será capaz de reconocer los errores y pecados de la izquierda.

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