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Alicia Delibes

El diablo de los números

El libro más vendido del nuevo premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, Hans Magnus Enzensberger, fue El diablo de los números, publicado en España por la editorial Siruela.

Aquella obra de Enzensberger era un tanto inane, pero tenía el mérito que debe concederse al hombre de letras que se interesa por un mundo, a veces tan encerrado en sí mismo, como es el de las matemáticas.

En un principio, este libro tuvo una magnífica acogida entre los lectores “progres” del El País, sin embargo, algo debió hacer o decir el autor que arrancó las iras de una sociedad matemática feminista llamada O. E. C. O. M (Organización Española para la Coeducación Matemática), Ada Byron, que, en su boletín trimestral, calificó el libro de decepcionante. Las feministas matemáticas censuraban a su autor el haber elegido un diablo para encarnar al personaje que debía quitar a los niños el temor a los números, ¿cómo es posible —se preguntaban las Ada Byron— que una personificación del espíritu del mal que se divierte atormentando a los matemáticos, que encima es autoritario y de mal carácter, pueda hacer perder el miedo a las matemáticas? Si, al menos –sugerían nuestras feministas–, se hubiera tratado de un diablillo alegre y juguetón...

No terminaba ahí su destructiva crítica. Se quejaban de que el autor hubiera hecho que la mayoría de los personajes infantiles que aparecían en su obra fueran varones y de que se atreviera, encima, a decir que la forma ideal de aprender matemáticas era en soledad.

Este ataque, tan irracional como absurdo, hizo que me reconciliara con un personaje que no acaba, sin embargo, de resultarme simpático. Este lunes Ciro Krauthausen en el diario El País, tras dejar claro que Enzensberger es una de las firmas habituales en la sección de Opinión de ese periódico, le hace una entrevista que, no sé si por culpa del entrevistador o del entrevistado, ofrece una imagen del escritor alemán que me atrevería a calificar de un tanto superficial.

Por ejemplo, Enzensberger asegura que a él “no le pagan para cantar en un coro” y que, por lo tanto, no le tienta dar su opinión sobre asuntos, como la violencia juvenil, de la que todos los periódicos hablan. El periodista le pregunta, entonces, si fue esa aversión a los coros lo que le impidió pronunciarse sobre lo sucedido el 11 de septiembre; a lo que el Príncipe de Asturias de la Comunicación responde con una evasiva realmente sorprendente: “Escribí algo pequeño. Lo de la tendencia al suicidio es un tema interesante.”

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