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Carlos Semprún Maura

Made in USA

Escribo estas líneas la tarde del 11 de Septiembre, después de haber leído innumerables artículos sobre los atentados del año pasado, y sentido a menudo náuseas ante ese derroche de sensacionalismo comercial, íntimamente mezclado a una hipócrita alegría: “bien merecido se lo tienen, esos canallas”, y en éste sentido El País y Juan Luis Cebrián, el comunista millonario, se merecen todos los “príncipes de Asturias” de la infamia. Enemigos del capitalismo, sobre todo si es norteamericano, te explican su fragilidad, esos atentados contra las Torres gemelas (cada vez que las vuelvo a ver en una película, me pongo triste) han bastado para que entre en crisis, las Bolsas se vuelvan locas, el escándalo de Enron y alguna que otra quiebra, demuestren que el capitalismo está en las últimas, de lo que se deduce que con un par de atentados más, se logrará lo que casi un siglo de comunismo no ha logrado: la destrucción del capitalismo.

Sesudos expertos del mundo arabomusulmán, nos explican que Al Quaida y Bin Laden, constituyen un epifenómeno ultra minoritario, que el verdadero mundo árabe nada tiene que ver con esos extremistas, pero que ese mundo, con sobrados motivos, odia a Occidente, sobre todo a Estados Unidos. ¿No apoyan a Israel? ¿Se necesita mejor prueba de su infamia? Si los países musulmanes nada tuvieran que ver con el terrorismo, cabe preguntarse por qué le subvencionan. ¿Porqué les dan armas, petrodólares, les instalan campos de entrenamiento en sus propios países, y todo el resto? Esto no es propaganda belicista del Pentágono, sino la siniestra realidad, que bien conocen ciertos Servicios de Inteligencia, jueces antiterroristas, periodistas independientes (o sea que no cobran petrodólares saudíes), y ese puñado de intelectuales de origen árabe o musulmán, tan magnífica y furiosamente antiislamistas, de los que nadie habla, salvo para insultarles.

¿Quién va a atreverse a negar que jamás, los Jihad y Hermanos Musulmanes, el FIS argelino, y todos los demás movimientos terroristas, más o menos integrista, pero todos totalitarios, no están subvencionados utilizados, y hasta muy directamente dirigidos, por los estados árabes, sus ejércitos y sus policías políticas? Ya ocurría en Europa con las Brigadas Rojas y la RAF, en los “buenos tiempos” de la colaboración de tantos estados árabes con la URSS. Los terroristas alemanes e italianos, sin ir más lejos, en su delirio antiimperialista, recibían “consejos” y dinero, tanto del KGB, como de los países árabes, se entrenaban en los “campos” palestinos, y cuando asesinaban a una personalidad judía, sus primas se triplicaban. Todo ello en nombre del humanismo revolucionario y del internacionalismo proletario.

Es cierto que por aquellos felices años, tan añorados por Pilar Bonet o Vázquez Montalbán, pongamos, cuando la URSS, ya en crisis irreversible, fingía seguir siendo una superpotencia, los países árabes se dividían, según los criterios de la “gauche divine”, en países progresistas, debido a su colaboración con la URSS, como Egipto, Siria, Irak, Argelia, etc. y las monarquías reaccionarias, Arabia Saudí, evidentemente, los Emiratos, Kuwait, Jordania, etc. Como siempre, las cosas son un poquitín más complejas, y la multimillonaria Arabia Saudí, oficialmente tan anticomunista, aliándose a veces con los USA, subvencionaba al mismo tiempo a los “comunistas combatientes” europeos y a los terroristas palestinos. En esa extraña y conflictiva alianza USA/Arabia Saudí, basada antaño en el petróleo, como en cierto antisovietismo, yo, a veces me pregunto si no son los saudíes quienes se han sacado las castañas del horno.

En este derroche de miedos y odios, que oculta las pocas opiniones sensatas, con motivo del primer aniversario de los atentados contra Nueva York y Washington, la actualidad ha puesto de nuevo de manifiesto a Irak. Se nos dice que es un país “laico” y progresista, porque para la izquierda sin dictadura no hay progreso, y que, por lo tanto no tiene sentido, salvo la voluntad de potencia yanqui, que con el pretexto de la lucha contra el terrorismo islámico, ataquen a Irak, que nada tiene que ver con el islamismo. Parece como si los que esto afirman no se hubieran percatado de la islamización de un país, ayer socialista árabe, o nacionalsocialista, desde los inicios de la Guerra del Golfo, cuando, por primera vez, Sadam Hussein se hacía filmar envuelto en una sábana, pasándose los días en las mezquitas. ¿Por oportunismo? Claro, pero también se mata por oportunismo.

Desde entonces, las pruebas de la islamización de Irak abundan, y los mismos que informan sobre esta evolución, cuando les conviene afirman: Irak nada tiene que ver con el fanatismo islámico. Mentira, lo necesitan y lo utilizan. Me ha llamado sobre todo la atención el viejo argumento del miedo: si los USA atacan a IRAK, con o sin beneplácito de la ONU, se desencadenará una guerra de tal magnitud que el mundo se hundirá. Grotesco. Si se ataca a Irak, no pasará nada, bueno, ninguna de esas catástrofes anunciadas. De la misma manera que ningún país árabe arriesgará nada para defender a Sadam Hussein. Habrá disturbios y manifestaciones y continuará habiendo terrorismo, desde luego, pero el resto no pasa de ser propaganda.

Ahora bien, debo confesar que las vociferaciones de Washington me dejan perplejo. No olvidemos que los USA perdieron política y militarmente la Guerra de Vietnam (siendo el capitalismo el vencedor posterior), no olvidemos que los USA en su primer ataque contra Irak, lograron montar una gran y variopinta alianza, reunieron una “invencible armada” y derrotaron militarmente Irak en pocos días y batallas, para, a las puertas de Bagdad, autoproclamarse vencidos, o algo así, y retirarse. Las declaraciones actuales me dan muy mala espina, aunque pase por cínico, me parece mucho más eficaz actuar primero, rápida y tajantemente y “explicar” después. En esta tormenta de miedos y odios, algunas cuestiones no me parecen desbaratadas: EE UU tienen la fuerza para derrocar a Sadam Hussein y su dictadura, pero ¿tienen solución para después? Hablando de “solución”, pienso, es obvio, en la posibilidad para los irakíes de expresar democráticamente sus opiniones y elegir sus nuevos gobiernos. Francamente, no lo veo nada claro.

Lo que en cambio veo clarísimo es la demagogia barata del minusválido intelectual Juan Luis Cebrián (se puede ser millonario y muy bestia), quien, tomando a sus lectores por necios, escribe este 11 de Septiembre, un artículo, exigiendo a los norteamericanos que fusilen a Bush, y vuelvan los buenos tiempos de Kennedy, “Que América vuelva a ser América”. Pues Kennedy, señor Cebrián, fue quien patrocinó la desastrosa operación de la Bahía de los Cochinos, contra Castro; el que prosiguió e incrementó la guerra en Vietnam; el que declaró la guerra nuclear contra la URSS, con motivo de la “crisis de los cohetes”, siempre en Cuba, y si no estalló fue porque Jruschov y su Politburo se rajaron; el que declaró en Berlín: Ich bin ein berliner, lo cual, en esa ciudad y en ese contexto, significaba: “Yo también soy anticomunista”. Se puede preferir Kennedy a Bush, desde luego, pero no defendemos a un presidente por sus ojos bonitos, o le preferimos a otro porque sí, defendemos la democracia y la libertad, que permiten a Cebrián escribir sus criminales sandeces, sin temor a ser fusilado, como podría ocurrir en Irak a cualquiera, o en otra dictadura militar, islámica o comunista. En este caso concreto puede que sea una lástima, pero la democracia supera con creces estos diminutos inconvenientes.

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