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Enrique de Diego

La degeneración del Nobel

Cuando entre los abajo firmantes se encuentran unos cuantos premios Nobel de la Paz el juicio es fácil y sencillo: de seguro se trata de una causa innoble, injusta, que provocará muchas víctimas.

La degeneración del premio Nobel de la Paz –cuyo contrasentido primigenio parte, como se sabe, de que sus retribuciones salen del invento de la dinamita– ha sido progresivo, hasta alcanzar sus más bajas cotas este año. Sólo falta que el próximo, si está vivo, se lo concedan a Ben Laden por su “lucha” a favor de los integristas y suicidas oprimidos.

Entre los que detentan tan abyecto galardón se encuentra Yaser Arafat, del que consta que ha ordenado atentados de muerte contra personas inocentes, no una vez, sino muchas, y Simón Peres, por el hecho de que habían conseguido un acuerdo de paz, que está todos los días en los informativos. ¡Con paces así para qué guerras! No vale la pena detenerse en el Nobel argentino Esquivel, que no hace ascos al apoyo a movimientos terroristas y paraterroristas.

El año pasado, la concesión del premio a Koffi Anan ya indicó que los suecos no estaban dispuestos a hacerse el tal e iban a utilizar el menguado prestigio de su galardón como arma arrojadiza contra los valores occidentales, en nombre de una cobardía políticamente correcta. La ONU estuvo a punto de conseguir el exterminio de los bosnios, y lo facilitó de manera muy clara en Srebrenica. No ha habido conflicto en que los “cascos azules” no hayan aumentado exponencialmente las víctimas, bajo el relativismo moral de no distinguir entre víctimas y verdugos. Es mil veces mejor huir que esperar a que a uno le defienda un casco azul.

Pero conceder el premio a un envejecido y amortizado Jimmy Carter entra dentro de la broma, del más puro histrionismo. El interés en dar “una patada en las espinillas” a Bush y su política se troca más bien un puntapié en el trasero de Nobel. Podría considerarse que la distinción es merecida, pues los marines que envió el cacahuetero a liberar a los rehenes de la embajada de Teherán se calcinaron en un penoso accidente, cuando aterrizaban, si se considerara que tal accidente fue intencionado y premeditado desde el despacho oval, como gesto incinerador de pacifismo. Porque la otra consideración benigna es que Carter ha sido premiado por inútil, por hacer mal la guerra, por haber disparado los conflictos, por haber dado alas al integrismo islámico y oxígeno a un comunismo agónico que llegó a estar en las cercanías nicaragüenses de Estados Unidos.

El Premio Nobel de la Paz se ha desprestigiado, espero que definitivamente. Si el año próximo lo recibiera Garzón estaría por encima de la media. Cualquier día se lo dan a Ibarretxe o a Federico Mayor Zaragoza o a Josu Ternera. Hay un demimonde internacional que se ha convertido en el estercolero de todas las hipocresías. Para este viaje no necesitaban envilecer al pobre Carter. Para eso ya estaba el tiranosaurio Castro.

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