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Pío Moa

"Perros"

Paco Ibáñez ha dicho que quienes se manifestaron en San Sebastián a favor de la democracia, eran “perros enviados contra los vascos”. Luego, aprovechando la fiesta de Todos los Santos, ha cantado en un acto de propaganda en un cementerio de Jaén, acto “emotivo”, decía Tele5, en memoria de los “republicanos” ejecutados o enterrados allí. La frase del cantante bergante y farsante se comenta sola. Y tampoco hace falta insistir (“poderoso caballero…”) en la buena disposición del hombre a cobrar de los “perros”. Pero quizá a algunos se les escape la relación entre las frases y los hechos.

Desde hace tiempo asistimos a una campaña en torno a las víctimas del franquismo, lo cual nada tiene de objetable en principio: la Iglesia conmemora a sus mártires, y la derecha puede hacer lo mismo si quiere –en general no quiere– con sus caídos. Lo malo es que la campaña viene rodeada de un falseamiento radical de la historia, y de una soterrada incitación al odio. El falseamiento consiste en presentar a los muertos del bando revolucionario como “republicanos” impolutamente demócratas, masacrados por los enemigos de la libertad. Y la siembra de odio se consigue con esa mentira, adobada con detalles macabros y el olvido de la represión equivalente –por lo menos– practicada por el bando izquierdista. En el colmo de la desvergüenza suelen llamar a tales cosas “reconciliación”. ¿Qué significará esa palabra en su boca?

El terror revolucionario durante la guerra no fue inferior cuantitativamente al de sus contrarios, y probablemente lo superó en saña. Se insiste sobre todo en la represión de posguerra, exagerándola sin ningún escrúpulo, pero ni ésta ni el exilio fueron mayores, desde luego, de los que habría habido de haber triunfado las izquierdas. Basta ver cómo las gastaban entre ellas mismas, o lo hecho por regímenes como aquellos con que simpatizaban, el de Fidel Castro, sin ir más lejos.

Se olvida, además, otro dato. Los vencedores, fueran quienes fuesen, iban a ajustar cuentas muy estrechas a los vencidos, por el terror que éstos habían organizado. Pues bien, excepto en Cataluña, donde la mayoría de los vencidos logró escapar por los Pirineos, los franquistas pudieron capturar a miles de personas implicadas en crímenes contra derechistas, tanto en Santoña como en Gijón o en Alicante, donde fueron abandonados por sus jefes, sin la menor previsión salvo para escapar ellos mismos.

A nadie se le escapa que estas conmemoraciones y recordatorios persiguen sacar de los muertos una renta política muy actual. No hace mucho, Alfonso Guerra decía que los “exiliadores” debían pedir perdón por el exilio. Los exiliadores, es decir, sus descendientes, eran, claro está, las derechas. A lo cual podría responder alguno: “Sí, yo desciendo de aquellos. Y usted, de los asesinos de mi padre. ¿Qué busca con estas historias? ¿Que volvamos a liarnos a tiros?”.

Paco Ibáñez, no sé si comunista, pero al menos muy comunistoide, se camufla bajo la bandera de la libertad: la farsa, siempre. Tiene él tanto que ver con la libertad como aquellos “republicanos” sometidos al dictado de Stalin, o como los asesinos de ETA, con los que siempre ha simpatizado el cantante, o como el PNV, en el que se disimula ahora, atribuyéndole el monopolio de “lo vasco”, cuando pocas cosas ha habido tan perjudiciales y envilecedoras para los vascos como el partido de Sabino Arana.

Dan ganas de decir: ¿qué animal se corresponde a esos tipos que tratan de perros a quienes defienden la democracia y la unidad de España? Tal vez la rata.

En España

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