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Miguel Posada

Renace el optimismo

La izquierda y el populismo socialdemócrata latinoamericano han logrado grandes triunfos. Llegaron al poder con Chávez en Venezuela y con Lula en Brasil. Es también probable el triunfo del teniente coronel Gutiérrez en el Ecuador. Pero en Colombia, donde la socialdemocracia había logrado un Estado muy a su agrado, con una enorme burocracia, las cosas están tomando un rumbo muy diferente. El presidente Uribe está empeñado en volver a un Estado viable. Los marxistas, que dominan los poderosos sindicatos de empleados públicos, estridentemente protestan porque temen perder los “progresos” de muchos años. La subversión marxista, narcotraficante y terrorista está contemplando la cara de la derrota y tendrá que proceder a una negociación seria para entregar las armas o arriesgar su total extinción. Lo que está haciendo Uribe no es misterioso ni mágico. Está aplicando el sentido común, enfrentando, eso sí, las duras críticas de buena parte de la prensa y de las ONG nacionales y extranjeras, sindicatos marxistas y políticos tradicionales, partidarios y beneficiarios todos del Estado débil, adiposo y manirroto.

En el plano económico, el gobierno recibió un país en bancarrota. El presidente Pastrana no fue capaz de respaldar a su ministro de Hacienda, Juan Manuel Santos, en las iniciativas para reducir el gasto público y sanear el sistema de pensiones. Se impuso el ministro de Trabajo, un sindicalista populista. El nuevo gobierno ha tenido que establecer un impuesto de emergencia al patrimonio y se adelanta en el Congreso una reforma tributaria. El sector empresarial, el más afectado por los nuevos impuestos, comprende la situación y respalda al presidente. El Poder Legislativo también está tramitando la indispensable reforma del sistema de pensiones. Lo más probable es que se logre, ya que el Congreso no se arriesgará a enfrentar a un presidente que goza de un abrumador respaldo de la gente. Recientemente Estados Unidos aprobó ampliar las preferencias arancelarias para los países andinos y esto generará nuevas fuentes de trabajo.

Superada la emergencia fiscal inmediata, el presidente debe ejecutar vigorosamente un programa de reducción del Estado, para lo cual pidió facultades al Congreso. Queda por ver si realmente se logra. Eso no será posible sino reduciendo las pretensiones del papel que puede y debe jugar el Estado, lo cual requiere un cambio radical de mentalidad.

En el campo de la seguridad nacional, el cambio también ha sido importante. Es justo decir que el gobierno de Pastrana hizo un importante esfuerzo en fortalecer a las Fuerzas Militares. El alto mando logró que las diferentes Fuerzas Militares trabajaran en estrecha coordinación y ahora, bajo el nuevo gobierno, se ha logrado que esa coordinación se extienda a la Policía Nacional, al Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), al Ministerio del Interior y Justicia y a la Fiscalía, dependencias que anteriormente eran “ruedas sueltas” que buscaban protagonismo, en detrimento del esfuerzo contra los terroristas. Es especialmente importante la colaboración de la Fiscalía. El nuevo Fiscal General ha reorientado y depurado la Fiscalía, reemplazando la “justicia show” por un trabajo serio contra la delincuencia. La Policía, bajo el mando del general Teodoro Campo, quien había sido retirado y fue llamado de nuevo por Uribe, está empeñada en volver a los 150 municipios que carecen de vigilancia policial. También se ha recurrido a la colaboración de los ciudadanos para recibir información oportuna sobre los terroristas, programa que se ha complementado con otro de recompensas por información importante. En efecto, se ha reducido el secuestro y recuperado en buena parte la seguridad de las carreteras. El tráfico de vehículos ha aumentado en más de 25%. Las Fuerzas Militares están golpeando fuertemente a los grupos terroristas, los cuales –si la tendencia sigue como va– en este año perderán, por bajas o capturas, más de 20% de sus efectivos. A los guerrilleros rasos los pueden reemplazar fácilmente, pero no así a los comandantes medios.

Rara vez, al asumir un nuevo gobierno, se habían presentado tantos cambios en tan corto tiempo. Aunque es prematuro evaluar el efecto de todas las nuevas políticas, ya en Colombia se respira optimismo y eso se traduce en proyectos de inversión. A pesar de los problemas de los países vecinos, parece que a Colombia sí le va a ir bien.

Miguel Posada S. es director de Centro de Análisis Sociopolíticos.

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