Menú
Alberto Míguez

Un impostor con mucha pasta y mucha cara

El fundador y profeta de la secta “raeliana”, Claude Vorilhon, inició su carrera pública como cantante de rock en modestos concursos de televisión, para después dedicarse al periodismo deportivo (especialidad, automovilismo) en un diario de provincias francés. Fue entonces cuando descubrió su origen extraterrestre y editó un librito donde explicaba su teoría sobre el origen del mundo y del género humano.

Alrededor de este caradura siempre sonriente, vestido con uniforme de tela dorada y pantalones bombachos, se formó un grupo duro de seguidores, casi todos de nacionalidad francesa, cuya primera sede estuvo en las proximidades de Paris para trasladar después la “casa madre” a Canadá.

“Rael” tuvo desde el principio problemas con las autoridades fiscales y de orden público de su país. Por eso se “exilió” a Canadá, país mucho más tolerante con las sectas, donde logró desarrollar su organización sin problemas mientras se dedicaba a las carreras de automóviles en carísimos modelos de Fórmula 1 pagados por sus seguidores y seguidoras. “Me los regalan porque me aman y yo se lo agradezco”, dice.

Las casas de retiro o residencias de los “raelianos”, donde algunos viven con sus hijos de corta edad para educarlos en la religión galáctica (las primeras denuncias por perversión de menores se produjeron por esa razón), fueron calificadas por ex miembros de la secta como “burdeles” donde se practicaban todo tipo de orgías y desviaciones bajo la mirada complaciente del profeta, cuyo éxito con las señoras (sobre todo con las de cierta edad) lo han convertido en un hombre rico y... generoso.

Las asambleas y reuniones de los “raelianos” se inician con un himno compuesto por Vorilhon que ha copiado las técnicas de los predicadores evangélicos yanquis (el fascista Le Pen es otro de los imitadores del género) y se mueve por el escenario con un micrófono en la mano mientras sus seguidores entran en trance.

Alguna de sus antiguas y ricas seguidoras lo convirtieron en heredero universal y eso explica en parte su inmensa fortuna. El sueño de muchas de ellas era precisamente alumbrar un clónico del “hermano de Jesús” que, según el libro del fundador de la secta, llegó al planeta tierra en una nave de extraterrestres.

En las entrevistas que Vorilhon ha concedido –es un águila en la comunicación y en la promoción de su tenderete sectario– juega siempre con un amplio margen de ambigüedad y despliega un gran sentido del humor. Diríase que no se toma en serio y desprecia a sus seguidores, cada día más numerosos, en Suiza, Francia, Bélgica, Canadá y ahora en Estados Unidos.

El golpe publicitario de “Clonaid” puede proporcionar a “Rael” más dinero y fama. Es lo que busca desde que cantaba rock en infames clubs de carretera hace más de veinte años.

En Opinión