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Alicia Delibes

Ana Botella y la política social

Desde que en el mes de noviembre se supo que Ana Botella entraría en la política “activa” del brazo del candidato a la Alcaldía de Madrid se han podido escuchar y leer comentarios para todos los gustos.

Declaraciones de políticos, tertulias radiofónicas, saraos navideños o charlas de café han servido de escenario para discutir sobre la conveniencia o no de que la mujer del presidente del gobierno se dedicara a la política, de que lo hiciera en un lugar preferente de la lista de Ruiz-Gallardón o de que se fuera a ocupar de los asuntos sociales del Ayuntamiento.

De todas las opiniones que se han vertido sobre este asunto, dos hay que me resultan enormemente significativas. Una de ellas la expresó Carmen Romero cuando le preguntaron sobre el particular nada más conocerse la noticia, “ya era hora –dijo– de que las mujeres de la derecha dejen de hacer beneficencia y se dediquen a la política”.

Un tratado entero se podría escribir sobre el sentido de esta magnífica frase de la diputada socialista. Y es que Carmen Romero lo que quiso decir es que la diferencia entre política y beneficencia radica, esencialmente, en la fuente de financiación: si se hace caridad con las aportaciones voluntarias de los ciudadanos estaríamos hablando de beneficencia; ahora bien, si se trata de hacer caridad con dinero del contribuyente entonces entraríamos en el campo de la política social.

La otra declaración tuvo como protagonista al candidato del PP a la Alcaldía de Madrid. En alguna radio matutina Alberto Ruiz Gallardón dijo que Ana no era conservadora sino rebelde y que prueba de ello era el enorme interés que tenía por lo social.

No voy a entrar aquí a discutir si Ana Botella es conservadora o rebelde, lo que sí quiero es manifestar el asombro que me produjo el actual presidente de la Comunidad de Madrid contraponiendo el conservadurismo con la preocupación social. Como si no se pudiera ser conservador a la par que una buena persona preocupada por el bienestar de los demás, como si no se pudiera ser caritativo y de derechas, como si estuviera, en fin, el candidato del PP convencido de que la izquierda tiene el monopolio de la piedad y de la compasión.

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