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Carlos Ball

Despreciable autocensura

Los historiadores señalan la decisión de las autoridades de Atenas al aplicar la pena de muerte a Sócrates, en el año 400 A.C., como el caso documentado más antiguo de censura. Pero Tácito escribió que el primer gobernante que procedió a castigar por la palabra escrita o pronunciada fue el emperador romano Augusto. Desde entonces, políticos y gobernantes de todos los tiempos y latitudes han dedicado buena parte de sus esfuerzos y del dinero de los contribuyentes a tratar de influenciar lo que se informa sobre el régimen. Los gobiernos de Francia, España y muchos países latinoamericanos tienen sus propias “agencias de noticias” y en el Reino Unido la BBC, el medio oficial que recibe un subsidio obligatorio de todos los televidentes británicos, ha sido por décadas bastión de la extrema izquierda antiamericana.

Pero no dudo que más despreciable aún que la censura es la autocensura, la decisión premeditada de un medio de comunicación de complacer al gobierno de turno tergiversando o, al menos, suavizando, la información.

El 11 de abril, el New York Times publicó en su página de opinión la confesión de autocensura más clara y sensacional que jamás había visto. El autor es Eason Jordan, ejecutivo jefe de noticias de CNN. Tituló su columna “Las noticias que nos guardamos” y la comienza así: “En los últimos 12 años viajé 13 veces a Bagdad para cabildear ante el gobierno, poder mantener abierto el buró de CNN en Bagdad y tener acceso a líderes iraquíes. Cada vez que iba, me angustiaba más lo que veía y escuchaba: cosas horrorosas que no podían ser reportadas porque ello hubiera puesto en peligro la vida de iraquíes, especialmente de miembros de nuestro personal en Bagdad”.

Más adelante confiesa: “La policía secreta aterrorizaba a los iraquíes que trabajaban para los servicios de noticias internacionales… algunos desaparecieron… otros fueron arrestados y torturados de maneras inimaginables… Sé que CNN no pudo informar sobre lo que el hijo mayor de Sadam Husein, Uday, me dijo en 1995: el plan de asesinar a sus dos cuñados que habían desertado, como también a quien les había dado asilo, el rey Hussein de Jordania… Sentí que tenía la obligación moral de avisarle al rey de Jordania y así lo hice al día siguiente. El rey desechó la amenaza como desplantes de un loco. Pocos meses después Uday indujo a sus cuñados a regresar a Bagdad, donde pronto fueron asesinados”.

“Llegué a conocer lo suficientemente bien a varios funcionarios iraquíes para que me contaran que Sadam Husein era un maníaco que tenía que ser extirpado. Un funcionario del ministerio de Relaciones Exteriores me contó que un colega suyo, al enterarse que su hermano había sido ejecutado por el régimen, fue obligado a probar su lealtad escribiéndole una carta de felicitaciones a Sadam Husein por haberlo hecho”.

Hoy conocemos la manera desequilibrada y deshonesta como CNN y otros servicios de prensa reportaban la situación en Irak, convirtiendo el profundo odio que la población sentía por sus gobernantes en aparente popularidad. Mientras CNN y otros medios mentían sobre la verdadera naturaleza criminal del régimen iraquí, repetían malintencionadamente las conexiones petroleras del presidente Bush y del vicepresidente Cheney. Eso ayudó a fomentar la reciente ola de antiamericanismo fulminante y la desinformación que ha prevalecido sobre las actuaciones e intenciones del gobierno de Estados Unidos en la prensa latinoamericana.

En Venezuela se conocen ya las conexiones de CNN con el gobierno de Chávez y más temprano que tarde nos enteraremos de los arreglos que CNN ha hecho con el gobierno de Fidel Castro para mantener su privilegiada corresponsalía en La Habana. Por eso yo no le creo a CNN. Pero también debo admitir que no soy un observador mesurado e imparcial de la autocensura. A mediados de los años 80, siendo director general de un diario venezolano que había alcanzado altísima circulación, vi cómo la competencia nos quitaba la publicidad oficial y la de las grandes empresas que contrataban con el gobierno, autocensurando la información que publicaban y repitiendo como loros las declaraciones de los ministros y demás poderosos del régimen de turno. El estatismo, el intervencionismo, el clientelismo y la corrupción oficial que predominó en Venezuela durante los años 70, 80 y 90 le abonaron el camino a Hugo Chávez, íntimo amigo y admirador de Castro, Sadam y Gadafi. Hoy aplaudo la valentía de los medios venezolanos.

Carlos Ball es director de la agencia © AIPE y académico asociado del Cato Institute.



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