Menú
Antonio Guedes

Se acabó la veda

La manifestación madrileña frente a Castro del sábado 26 de abril es un punto de inflexión. Marca un “antes y un después” en la lucha contra la dictadura cubana. Ver en la misma tribuna a los socialistas y a los conservadores españoles, junto a los nacionalistas catalanes y los antinacionalistas vascos, fue un espectáculo insólito en una España profundamente dividida por las emociones políticas y la cercanía de unas importantes elecciones parciales. En el público, ondeaban banderas de Comisiones Obreras, el sindicato de los comunistas, hoy enfrentado a La Habana, y algunas insignias de Izquierda Republicana. Era como si lo único capaz de unir a los españoles fuera el rechazo a la tiranía comunista cubana y sus métodos represivos.

Pero lo importante es que no estamos ante un fenómeno exclusivamente español, sino occidental. Desde la carta del portugués Saramago hasta el artículo del uruguayo Galeano, pasando por las declaraciones de los comunistas franceses, e italianos, puede asegurarse que se destruyó de manera irreparable y permanente el apoyo de la izquierda a la satrapía cubana, ruptura que el propio Castro, incapaz de rectificar, se encargó de sellar con su ataque feroz contra Felipe González, a quien acusó de auspiciar ejecuciones extrajudiciales de etarras.

El mitin de Madrid culminó con la lectura, a cargo del filósofo Fernando Savater, del “Manifiesto sobre Cuba” lanzado por la Fundación Internacional para la Libertad”, institución que dirige Mario Vargas Llosa. Como ese documento no sólo condena a la tiranía de Castro, sino, además, propone el curso de acción que a partir de ahora deben seguir las democracias, es muy importante divulgarlo en su totalidad:

MANIFIESTO SOBRE CUBA


El gobierno cubano ha vuelto a encarcelar a miembros de la oposición democrática. También ha vuelto a fusilar. No son medidas excepcionales. Lo viene haciendo desde hace más de cuatro décadas. En esta oportunidad son casi ochenta disidentes pacíficos, y si ahora hay algo diferente, sólo son las desmesuradas penas impuestas a los acusados: veintiocho años, veinticinco, veinte, y un obsceno etcétera que culminó con el anuncio, el pasado 11 de abril, de los fusilamientos de tres jóvenes que, de forma incruenta, habían intentado secuestrar una lancha para trasladarse a Estados Unidos.

Las víctimas condenadas a prisión esta vez son intelectuales, periodistas y bibliotecarios independientes, economistas, líderes cívicos o sindicales de embrionarios partidos políticos, y personas que solicitaban un referéndum para cambiar el destino de Cuba por vías electorales permitidas por la constitución nacional. Uno de los condenados es el periodista Raúl Rivero, poeta notable: lo sentenciaron a veinte años de cárcel.

¿Por qué la dictadura cubana ha elegido actuar de una manera tan brutal y tan desafiante en el terreno internacional? En esencia, porque se trata de un régimen totalitario que no les permite a los cubanos ningún vestigio de libertad o autonomía, y el dictador, dueño y señor de la voluntad de todos sus vasallos, veía con preocupación la creciente revitalización de una sociedad civil que intentaba escapar a su control. Castro, sencillamente, quiso dar un escarmiento. Quiso castigar a los opositores e intimidar al conjunto de la población. Es lo que ha hecho siempre.

Frente a estos sucesos, es vital que los demócratas del mundo entero manifiesten su condena vigorosa a la represión castrista, pero, por solidaridad y respeto con el pueblo cubano, hay que ir más allá. Después de más de cuarenta y cuatro años de tiranía -la más larga de la historia de América Latina-, agotadas todas las vías de la persuasión racional, y tras decenas de diversos intentos internacionales encaminados a buscar formas de disminuir el rigor de ese régimen, es fundamental, como castigo, que los gobiernos democráticos tomen la decisión de reducir sustancialmente la presencia diplomática de la dictadura en sus países, y expulsen al gobierno cubano de todos los organismos internacionales donde toma asiento, como las Cumbres Iberoamericanas, el Parlamento Latinoamericano, el Acuerdo de Cotonú, o cualquier institución en la que su presencia se convierta en una embarazosa vergüenza colectiva. Repitamos frente a la dictadura cubana lo que en su momento el mundo llevó a cabo con gran eficacia frente al régimen racista de Sudáfrica.

Hay que pasar a la acción.


Antonio Guedesreside en España, es médico y vicepresidente de la Unión Liberal Cubana.


En Internacional

    0
    comentarios