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Julia Escobar

Estaba la rana sentada...

El miércoles 18 de junio, mientras los supuestos tránsfugas Tamayo y Sáez anunciaban que, desde su disidencia, iban a sostener al pacto post electoral de la izquierda, unas 400 personas se reunían en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (¡qué cruz para esta venerable institución deberse a tan inquietos ciudadanos!), al amparo de unas cuantas plataformas así llamadas “cívicas”, empeñadas en resucitar aquel juego infantil que partiendo de un simple enunciado (“estaba la rana sentada cantando debajo del agua”) se iba complicando con los sucesivos avatares del cantor que se convertía en mosca, gato, perro, palo, fuego, agua, hombre, suegra y diablo por necesidades del guión. Asimismo, ellos han ido sustituyendo el chapapote por la guerra, la guerra por un accidente aéreo, el accidente aéreo por un choque de trenes y quieren añadir a este último la jugarreta socialista que les ha desbaratado sus ilusiones y les ha puesto en una situación de la que no saben como salir.

Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense y Enrique del Olmo, en nombre de la Plataforma No Nos Resignamos (¿a la caída del muro de Berlín...?), José Luis Abellán, presidente del Ateneo de Madrid (otra institución mártir), y Rosana Pastor, de la Plataforma Contra la Guerra (o sea los “actoritos”, en plena forma, es decir pletóricos de sus más rancios defectos) y Milagros Hernández, del eficacísimo Foro Social, convocaron ese día a la “ciudadanía” para exigir, con ese salero que tiene la izquierda para convertir sus defectos en virtudes, que los demás arreglen graciosamente, sus contradicciones internas y externas (tanto pesebristas como marxistas), sacrificando así la verdadera voz de las urnas que daba, el 25M la victoria al PP en la Comunidad de Madrid: 55 diputados –hay que recordarlo– contra 47 ( ahora 45) del PSOE y 9 de IU, partidos que –también hay que recordarlo– no fueron juntos a las elecciones y que, por lo tanto, técnica y moralmente perdieron. En aras de la exactitud, serían pues los únicos que no responden a la “voluntad democrática del pueblo de Madrid”, primero con sus pactos, que por muy legales que sean nunca han sido refrendados por dicho pueblo, y segundo, por la manera en que los cumplen sus representantes.


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