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Alicia Delibes

La seducción del Islam

Mustafá Kamal es el imán de Fuengirola tristemente famoso porque escribió un libro en el que explicaba cómo un varón podía cumplir con el precepto coránico de pegar a su mujer sin dejar huellas. La publicación de aquel libro provocó la indignación de algunas asociaciones de mujeres que presentaron entonces una querella contra el imán. El juicio de este caso, por el que el fiscal pide tres años de prisión, tendrá lugar en los primeros días de diciembre.
 
Pues bien, el pasado miércoles apareció un largo reportaje en el diario El Mundo en el que la periodista  Silvia Taules daba cuenta de sus impresiones tras la visita que había realizado a la residencia del, según sus palabras, “pretendido ogro” de Málaga. Después de leer las casi dos páginas del artículo me quedé con la sensación de que la periodista se había dejado seducir por la “beatitud” integrista del señor Kamal. El cuadro familiar que describe aparece como idílico. Mustafá, no sólo es uno de los mayores expertos en islamismo de España sino que, además, es un marido ejemplar que gusta de meterse en la cocina cuando hay que agasajar a las visitas. Como padre se muestra preocupado por la educación de sus hijos y respetuoso con las decisiones que estos puedan tomar. Todos en la familia se sienten orgullosos de él. Han hablado a la periodista del próximo juicio y, por lo que parece, la han convencido de que el abogado de Mustafá tiene razón cuando asegura que aquella denuncia obedeció a un complot para apartar a su defendido de la presidencia de Federación Española de Entidades Religiosas (FEERI).
 
En la entrevista hablaron mucho del asunto del velo que cubre la cabeza de la señora Kemal y de su hija mayor, Radua de 19 años. A pesar de que el embaucador imán quiso quitarle importancia diciendo que “la vestimenta no es importante” las niñas de la familia parecen darle una enorme trascendencia a la decisión de cubrir o no su cabeza. La mayor dice que antes de hacerlo lo pensó mucho, “mi padre me pidió en tres ocasiones que no usara el hiyab porque no me veía preparada” y Hanina que tiene 17 años dice que “se lo está pensando”, “no es un juego es una decisión muy importante y tengo miedo de ponérmelo y después cambiar de opinión”.
 
En cuanto a ese detalle sin importancia que llevará a juicio al “pretendido ogro”, no parece que la periodista le conceda una gran trascendencia pues, según asegura el experto islamista, eso de que “pegar no es exactamente pegar, sino que el Corán utiliza esta palabra para definir un castigo a la esposa, siempre como último recurso”.
 
Ojalá me equivoque y Silvia Taules no haya caído en la trampa en la que suelen caer tantos “progres virtuosos”, cuya obsesión anti americana y anti capitalista les lleva a caer rendidos a los pies del primer integrista islámico que aparece en su vida.
 
Me pregunto una vez más, y cada día que pasa con mayor angustia, qué tendrá el Islam para que fascina tanto a la gente progre. Cómo es posible que una periodista, probablemente laica, se sienta tan a gusto rodeada de creyentes fundamentalistas y cómo es posible que una mujer occidental esté tan dispuesta a dejarse embaucar por un tipo para el que pegar a la mujer es “un deber” de buen musulmán.

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