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Alberto Míguez

La nueva guerra de Kosovo

Cinco años después de haber concluido una de las matanzas más irracionales e indiscriminadas de cuantas se produjeron en Europa tras la II Guerra Mundial, en Kosovo vuelve la limpieza étnica. La diferencia estriba en que esta vez son los albano-kosovares musulmanes quienes exterminan a los serbios cristianos (ortodoxos), queman sus templos y expulsan a la población civil de barrios donde llevaban instalados desde hace muchos años. La brutalidad, la vesania y los protagonistas son los mismos aunque las víctimas sean diferentes.
 
Casi trescientos mil serbios de Kosovo abandonaron en los últimos años sus casas, negocios, granjas y empleos huyendo de las amenazas y chantajes de los albaneses. La presencia de las tropas de la OTAN (Kfor) bajo mandato de Naciones Unidas trataba precisamente de evitar el éxodo masivo de los serbios y gitanos a quienes hace años se acusó precisamente de haber expulsado a miles de albaneses y haber asesinado a varios cientos.
 
En estos años mal que bien se había logrado un statu quo aceptable aunque no se hubiera resuelto el problema clave: cuál será el futuro del enclave, independencia o pertenencia a Serbia. Pero las nuevas matanzas están demostrando que los paramilitares albaneses no se han desarmado (una de las misiones de la Kfor era precisamente ésa) y que las heridas de ambas comunidades no han cicatrizado todavía. Deberán pasar dos o tres generaciones, advertía hace horas el ex representante de Naciones Unidas y ex ministro francés, Bernard Kouchner, que conoce como muy pocos lo que allí sucede.
 
El peligro está en que la agitación se está contagiando a toda Serbia, un Estado del que —al menos en teoría— Kosovo forma parte. Las manifestaciones se están repitiendo en Belgrado y el recién elegido presidente Kostúnica — “es igual que Milósevic pero tiene mejor imagen”, aseguran los radicales albaneses— advirtió ya a la comunidad internacional que no permanecerá con los brazos cruzados mientras la nueva limpieza étnica se produce.
 
La Kfor (18.500 soldados, entre ellos 800 españoles) no tiene fuerza suficiente para evitar un enfrentamiento generalizado y por eso ha pedido a los principales países contribuyentes (Reino Unido, Alemania, Francia y Polonia) que envíen más tropas. No sería de extrañar que la OTAN pidiera también a España que se uniera al esfuerzo aunque en el Ministerio de Defensa español aseguren que no está previsto. Si así fuera, el nuevo gobierno socialista debería decidir con celeridad si contribuye o no más al esfuerzo de la OTAN mientras anuncia que retirará la brigada de Irak. Por supuesto que Kosovo no es Irak ni la presencia de nuestras tropas en la ex Yugoslavia puede compararse, pero se trata en ambos casos de enviar tropas al exterior con los riesgos inherentes y el significado político consiguiente. A los pacifistas de toda laya, ahora tan crecidos y ufanos, no les gustará aunque lo disimulen.

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