Juan Carlos Girauta
Ni sí ni no, sino todo lo contrario
Sostendrán los socialistas que tener una “solución habitacional” es como tener un piso, serán capaces de equiparar la efectiva reducción del IVA de los discos con su melancólico deseo y llegarán a convencernos de que ocho festivos de apertura como máximo significa ocho festivos de apertura como mínimo. Alcanzarán a modificar el calendario gregoriano para que el 30 de junio caiga en mayo y, con tal motivo, Bono podrá condecorarse y descondecorarse dos veces al año. Creeremos que regalarle 70 millones de euros a Europa es bueno para la agricultura española, que Niza no nos convenía y que Acebes ha retenido a su sucesor para que no se sume al acuerdo antiterrorista europeo.
Los socialistas son capaces de estos malabarismos y de muchos más. Ahí está la operación de desconcierto de Sevilla en el tema de la financiación autonómica (¡ay que sí que sí, ay que no que no...!, dice en la famosa sevillana). O el reciente apoyo a las selecciones de Cataluña, Galicia y el País Vasco para que compitan por ahí pero que no compitan. Como en la época de los kremlinólogos, una nueva y selecta casta periodística se entregará a la hermenéutica socialista, un estimulante desafío a la lógica aristotélica que abrirá nuestras mentes, conduciendo la pesada política al ámbito de los conjuntos borrosos y de la superposición cuántica.
Preveo un escollo, sin embargo. Porque una cosa es torear a las simpáticas formaciones nacionalistas que amenizan la vida del Congreso, calentándolos un poquito para después rechazar coquetamente la coyunda, y otra muy distinta culminar el proceso de reforma estatutaria donde se juega la cabeza uno de los suyos, don Pasqual Maragall, presidente del PSC y jefe natural (antes que Zapatero, que nadie se engañe) de un montón de diputados nacionales. Sevilla podrá seguir cantando sevillanas, la Trujillo agotará los diccionarios, Bono pondrá un puesto de medallas y la Calvo revolucionará los impuestos indirectos con la fuerza del deseo, pero la tomadura de pelo tiene un límite y la hermenéutica débil otro. Los límites se resumen en que, del mismo modo que a Adolfo Domínguez no le puedes vender que la arruga es bella, a Maragall no lo puedes contentar con volutas de humo porque él es el rey de los efectos especiales. El tiempo pasará, el nuevo estatuto, de tintes soberanistas, se redactará en los términos del PSC y llegará el momento de la verdad. Desconstrucción contra pensamiento débil. Derrida contra Vattimo. Como diríamos Marín y yo, N'hi ha per a llogar-hi cadires. Y para perder escaños.
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