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El problema con Mahmoud Abbas

Es difícil imaginar que un candidato que hace campaña abrazado a terroristas reconocidos pueda aplicar medidas drásticas contra los mismos. Y si lo hiciera es que su concepto de democracia efectiva tiene muy poco que ver con una democracia real

La elección de Mahmoud Abbas, alias Abu mazen como nuevo líder de la Autoridad Palestina puede ser todo menos una sorpresa: era el candidato natural de Al Fatah, el heredero de Arafat, a pesar de que éste acabó con su breve mandato como primer ministro palestino. También era el candidato soñado por la UE (y por el ministro español de Asuntos exteriores, Miguel Ángel, alias Curro, Moratinos) e incluso es alguien con quien Ariel Sharon parece dispuesto a entenderse. Por eso, su anunciada victoria en las urnas se ha recibido con júbilo y entusiasmo por la gran mayoría de la comunidad occidental. Se diría que se ha abierto una ventana de oportunidad para el proceso de paz en Oriente Medio. En realidad, nada más lejos de la realidad. Todo lo más una ventana de fe y esperanza.
 
Para empezar, el problema comienza con el mismo Mahmoud Abbas. Aunque en sus entrevistas con medios occidentales se ha manifestado contrario a la violencia y al terrorismo como método legítimo de la lucha palestina, su discurso cara a sus propios seguidores, no ya en inglés, sino en árabe, decían otra cosa muy distinta. Cosas como “no es el momento de la violencia”, frase dicha tras los ataques con cohetes de la semana pasada; o “siempre defenderé a los luchadores por Palestina de la fuerza de Israel”, palabras más dramáticas si cabe al ser pronunciadas en un mitin el pasado 30 de diciembre de la mano de militantes de la Brigadas de los Mártires de Al-Aksa, en la ciudad de Jenin, un foco reconocido de terroristas suicidas.
 
Es verdad, como dicen en Tel aviv, que en el mundo musulmán y árabe las acciones son siempre más importantes que las palabras. Pero nadie puede negar que las palabras, en la medida en que expresan una actitud y unos compromisos, tienen consecuencias. Abbas no ha renunciado frente a los suyos ni a la violencia ni a la victoria sobre Israel. Líderes de la UE explican esta esquizofrenia en su mensaje por la necesaria lógica electoral y el objetivo de hacerse con el poder. Una vez superada esta etapa crítica, Abbas mostrará su cara de moderación y diálogo. Puede que así sea y que estos responsables de la UE estén mejor iluminados que otros, pero la experiencia de negociaciones con los palestinos en la última década aconsejaría no basar las expectativas en interpretaciones psiquiátricas, sino fundamentar la relación con la nueva autoridad sobre contrapartidas concretas. Si Abbas quiere dinero fácil, los donantes deberían vincularlos a mejoras concretas en la democratización real y efectiva de Palestina. Comenzando por la transparencia y la lucha contra la corrupción, siguiendo por asegurar la libertad de opinión y expresión, modificando el sistema de enseñanza, para eliminar el odio a Israel como asignatura en sus escuelas y, desde luego, librar la batalla contra el terrorismo. La Autoridad Palestina cuenta con 40 mil policías para hacerlo, la proporción más alta de agentes por habitantes de todo el mundo. No son medios los que faltan, sino voluntad. Y eso es lo que hay que exigirle a Abbas, así como vigilar que cumple con su palabra.
 
Con todo, es muy difícil imaginar la erradicación de la violencia en la zona. Sharon sigue comprometido con la retirada unilateral de Gaza y de partes de Cisjordania y Hamás ha hecho un objetivo estratégico hacer parecer que esta decisión de Sharon es producto de sus ataques, por lo que cabe esperar el recrudecimiento de los atentados hasta que se complete la evacuación. A lo que Israel no podrá más que contestar con acciones de represalia. En suma, más violencia, no menos.
 
La única posibilidad para que esto no ocurra es que Mahmoud Abbas de verdad combata a los radicales y terroristas que su predecesor en el cargo ha alimentado durante tantos años. Es difícil imaginar que un candidato que hace campaña abrazado a terroristas reconocidos pueda aplicar medidas drásticas contra los mismos. Y si lo hiciera es que su concepto de democracia efectiva tiene muy poco que ver con una democracia real.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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