Menú
Juan Carlos Girauta

Ética y estética

En lo estético, este gobierno se mueve entre los gestos insuficientes o desmesurados propios del adolescente acomplejado y la parafernalia progre de mediados de los setenta.

En lo estético, este gobierno se mueve entre los gestos insuficientes o desmesurados propios del adolescente acomplejado y la parafernalia progre de mediados de los setenta. Teniendo en cuenta que, a la muerte de Franco, Zapatero tenía catorce años, es posible que su tiempo se congelara en aquellos días de noviembre del setenta y cinco, aunque esta explicación no es suficiente. Haría falta que el chico hubiera sido un progre de manual, cosa que ignoro, y que luego hubiera crecido en una urna de cristal. Y que hubiera leído y reflexionado poco o nada. Sin embargo, sabemos que el presidente gusta de citar a Borges. Aunque, bien pensado, en realidad no lo cita, se limita a invocar de vez en cuando su nombre como una especie de salvoconducto. También sabemos que ha pasado media vida en un escaño del Congreso de los Diputados sin aportar nada memorable a los diarios de sesiones. Las razones de esa estética gubernamental de gestos afectados, de triunfante toma de la calle, de extemporáneos descabalgamientos del dictador, de pancarterismo, de mimetismo con la gente del cine, de retórica anticlerical, de antiamericanismo chusco y de homenajes a genocidas, lo acercan, más que a la víctima de un síndrome de Peter Pan político, al dócil, interesado, frío y calculador cliente de un gabinete de márketing.
 
En lo ético, lo más grave es que jamás haya condenado los asaltos a las sedes del PP (¿nos convierte en viscerales, poco finos y poco inteligentes señalar que tales asaltos fueron antidemocráticos?), y lo más significativo es su hostigamiento a la Iglesia. Además, Zapatero ha puesto en marcha un programa de acción política propio de un cambio de régimen. Si ha podido entregarse sin disimulo al control remoto de los separatistas es porque entre el plan de ERC y la agenda del PSOE existen coincidencias que facilitan su entendimiento durante la actual legislatura. Con la inestimable ayuda de Prisa, donde no se sabe si moran sus empleadores o sus empleados, ha convertido la reforma constitucional en algo deseable. No es que la Constitución no se pueda tocar, es que no quieren aclarar el alcance de la reforma, dando esperanzas a los que propugnan la voladura del edificio jurídico-político desde su núcleo: él artículo segundo de la Carta Magna. Un presidente de gobierno de España no debería compartir proyectos (y mucho menos ambiciosos proyectos de cambio de régimen) con separatistas entregados a la eliminación en su territorio de cualquier lazo afectivo con España y a la conversión de la Nación, único garante de nuestras libertades, en un concepto indeseable, caduco, inconveniente, vergonzoso y falso.

En España

    0
    comentarios