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No es para tanto

Algunos gobiernos no desean aparecer como encubridores y, a regañadientes, han dado su voto. Pero en ningún caso podemos pensar que en unos meses la Agencia condenará a Irán

El acuerdo del pasado sábado nos recuerda demasiado el debate sobre el uso de la fuerza contra el Irak en el Consejo de Seguridad como para sentirnos satisfechos. La Agencia Internacional para la Energía Atómica ha vivido unas semanas de intensa actividad diplomática. Los europeos nos jugábamos nuestro escaso prestigio tras la burla iraní, al reiniciar la conversión de mineral de uranio en gas, y nuestra humillante disposición a seguir negociando. La causa de la No-Proliferación tiene profundas raíces entre nosotros y es defendida por políticos de todo el arco parlamentario. Tememos las consecuencias del aumento del número de estados dotados de este armamento y somos conscientes de que entonces nuestra capacidad de influencia se reducirá drásticamente. Estados Unidos ha sido el principal detractor del comportamiento del régimen de los ayatolás, con quienes mantiene una sólida mala relación. El bloque occidental ha trabajado a fondo y ha conseguido todo lo que era posible. Felicidades a nuestros diplomáticos, pero no olvidemos que seguimos, más o menos, donde estábamos el viernes.
 
Esta resolución de la Agencia, como aquélla otra del Consejo, se limita a recordar las infracciones cometidas por Irán y las exigencias que se le vienen haciendo –acceso a documentación y establecimientos, suspensión de actividades, abandono del proyecto de construcción de un reactor nuclear de agua pesada y ratificación del protocolo Adicional– y a amenazar con elevar la solución de la crisis al Consejo de Seguridad si no se resuelven las dudas sobre el programa en curso. Pero todo se queda ahí.
 
La diplomacia occidental ha logrado el número de votos suficientes para amenazar, jugando con la idea de que la Agencia tiene que comprometerse más activamente en la prevención y que la sociedad internacional no entendería la inacción. Algunos gobiernos no desean aparecer como encubridores y, a regañadientes, han dado su voto. Pero en ningún caso podemos pensar que en unos meses la Agencia condenará a Irán. La mayoría está en contra, rechazan el “agresivo” comportamiento de europeos y norteamericanos, y, en muchos casos, simpatizan con la posición de Irán. Por otra parte, Rusia y China están dispuestas a vetar cualquier sanción a Irán en el Consejo de Seguridad. No nos engañemos, el régimen de no-proliferación está en crisis.
 
La gran sorpresa la dio India. Un antiguo socio y cliente de Irán, el abanderado de los no alineados, apoyó la resolución como ejemplo de su nueva estrategia. Atrás queda la Guerra Fría y las viejas posiciones izquierdistas. La India teme la hegemonía china en el Pacífico, busca el apoyo de Occidente para desarrollar su economía y tiene el islamismo tanto en casa como al otro lado de la frontera. Necesita el gas iraní, pero su visión a largo plazo le sitúa junto a las naciones que creen en los valores universales de la libertad y la democracia.

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