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EDITORIAL

Así en París como en Madrid

Bueno es que Zapatero haya apoyado un paquete de medidas imprescindibles, ahora sólo nos queda saber si las tomaría en España en el caso de que fuese necesario. Si así ha sido en París, así habrá de ser en Madrid

Cuando hace unos meses Juan Carlos Girauta, colaborador de Libertad Digital, comparaba a José Luis Rodríguez Zapatero con Zelig, el personaje creado por Woody Allen, no sabía hasta que punto había acertado en su diagnóstico. Y ocasión tuvimos de verlo ayer durante la cumbre hispano-francesa de París. Ante un Chirac visiblemente noqueado por los acontecimientos, Zapatero se transformó y, en perfecto mimetismo, secundó las palabras de su interlocutor. Según el presidente de la República, en Francia la Ley está hecha para ser cumplida, las medidas extremas tomadas a cuento de los motines están plenamente justificadas, y los toques de queda en varios municipios son el único arma del que pueden valerse hoy por hoy los alcaldes para que se respete la Ley y el orden. Zapatero, hombre sin principios donde los haya, dijo amén.
 
Cuesta creer que un político que alardea de tanto legalismo y muestra una observancia tan puntillosa con las leyes extranjeras, no haga nada por hacer cumplir las propias. En España donde, afortunadamente, no se ha llegado a los límites de desorden de las ciudades francesas, la Ley es muchas veces papel mojado para los delincuentes. Es más, dudamos muy mucho que, en caso de que se desatasen aquí disturbios como los producidos allende el Pirineo, el Gobierno presidido por Zapatero se acercase siquiera a la dureza que han exhibido Chirac y Sarkozy en la última semana. Más bien al contrario. Las señales que periódicamente envía Instituciones Penitenciarias, van en la dirección opuesta. Nuestro Gobierno no cree en el castigo del criminal, sino en una suerte de reinserción bienintencionada que se olvida de la víctima y se solidariza con el delincuente.
 
Apoyar por tanto las medidas que los franceses han adoptado es un innecesario brindis al sol, y una demostración más del gusto por el teatro que tiene Zapatero cuando se encuentra junto a un mandatario extranjero. Porque, si el Elíseo hubiese abierto la mano con los incendiarios y hubiera dejado correr el asunto al más puro estilo Mercedes Gallizo, estamos seguros de que Zapatero hubiera secundado la medida con igual convicción, si no con más, que de casta le viene al galgo. Equilibrismos de este tipo son ya parte de una tradición zapaterista que consiste, esencialmente, en regalar los oídos del interlocutor diciendo exactamente lo que éste quiere oír. Si Chirac dice "mano dura", pues "mano dura". Si lo contrario, pues lo contrario y asunto zanjado. Como si lo de Francia no se pudiese nunca reproducir en España, como si no existiese un riesgo serio y perfectamente contrastable de que, en cualquier momento, en cualquiera de nuestras grandes ciudades, puede saltar la chispa que ha abrasado Francia durante dos semanas.
 
La decisión del Gobierno francés de aplicar la Ley sin contemplaciones a todos los que han provocado los disturbios es, sin embargo, muy acertada y esa debería haber sido desde el principio la política seguida por el Ejecutivo de Villepin. Cuando el delincuente ve que su delito le sale gratis reincide en él. Algo tan elemental está al alcance de cualquiera. Sólo cuando rige el imperio de la Ley y se ampara a las víctimas se puede hablar de Estado de Derecho. Cualquier otra consideración es accesoria. Bueno es que Zapatero haya apoyado un paquete de medidas imprescindibles, ahora sólo nos queda saber si las tomaría en España en el caso de que fuese necesario. Si así ha sido en París, así habrá de ser en Madrid.

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