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Bush, Merkel y el mundo

el encuentro en Washington del viernes 13 ha sido todo lo bueno que cabría esperar. Querían entenderse y se han entendido

Si Estados Unidos y Alemania pudieran cooperar tanto como les gustaría al presidente y a la canciller, un buen fragmento del panorama internacional estaría cambiando de forma decisiva para América, Europa y, en consecuencia, el mundo. Las cosas no pueden ir tan deprisa porque la personalidad de los líderes no es el único factor que cuenta. Pero el encuentro en Washington del viernes 13 ha sido todo lo bueno que cabría esperar. Querían entenderse y se han entendido.
 
Bush necesita aliados y siempre los ha querido, también en los días que siguieron al 11-S, pero entonces, con el recuerdo de Kosovo a sólo dos años, la “guerra por comité” era tabú y lo que estaba en juego parecía absolutamente vital. El presidente con el apoyo del 90% del pueblo americano se sentía capaz de hacerlo sólo, sin necesidad de estar templando gaitas internacionales. En último término: “we are America”. A la larga la frase, realmente una exclamación, resultó demasiado arrogante y desde aquellos trágicos días ya ha tenido tiempo de aprender que aunque sea una hiperpotencia, Estados Unidos no llega a omnipotencia.
 
El tono cambió desde comienzos del 2004, pero aunque las formas se dulcificaron muchos enconos se mantuvieron latentes. Con Angela Merkel todo empieza a ser distinto. Se cuenta entre los escasos políticos alemanes que apoyaron el derrocamiento de Sadam. La sintonía de ideas es amplia. Las diferencias son suficientes como para que la flamante canciller no pierda contacto con su base. El divorcio civilizacional entre las dos orillas del Atlántico se da en Alemania como donde más. La generación de la guerra ya ha desaparecido y la que se ha hecho joven desde la caída del muro, hace 16 años cumplidos, ha perdido la noción de lo que su país le debe a los americanos. Quiere disfrutar de la paz y tiende a creer que sólo consiste en evitar un conflicto, y piensa, como otros muchos de sus vecinos, que el modelo europeo es universalizable. El modo forte americano le asusta.
 
Antes de su partida para Washington la señora Merkel concedió una entrevista al emblemático Der Spiegel. Admirable tanto por la concisión y precisión de sus respuestas como por la habilidad con que salva, sin eludirlas, las cuestiones capciosas o simplemente comprometidas. Sobre Guantánamo es rotunda: “Una institución como Guantánamo en su forma actual no puede ni debe existir a largo plazo. Tenemos que encontrar formas diferentes de tratar con los prisioneros”. Categórico pero lleno de matices. Muy jugoso para la exégesis. No se ha mordido la lengua, pero apunta a que el problema no parece tener solución inmediata y que hay que buscarla entre todos. El problema es objetivo y de momento no parece que nadie le haya encontrado una solución sensata.
 
Eso es algo que Bush puede tragar sin que se le atragante. Y no obstaculiza la armonía general y la buena cooperación en otras áreas. Se ha destacado la preocupación común por la pesadilla de los ayatolás nucleares. El lunes 16 la canciller estará en Moscú. Después del aldabonazo del corte de gas natural para estrenar el año, el tema de la independencia energética habrá ocupado un buen rato de las tres horas de conversación entre los dos líderes. El comienzo es esperanzador.

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