La firmeza del melocotón podrido
El resultado de todo esto es tan evidente como vergonzoso: la censura islámica se está imponiendo cada vez más abiertamente en los medios y en las mentes occidentales favorecida por el miedo, no por el respeto.
La palabra clave estos días para definir la política europea en diferentes y candentes problemas es firmeza. Firmeza ante Irán, firmeza ante Hamas, firmeza ante la ofensiva del general invierno y hasta firmeza contra el paro, en ciertos países. Pero cuando se pasa de las palabras a los hechos, todo queda en agua de borrajas. ¿Qué sanciones se ha tomado contra Irán, cada vez más engreídos sus dirigentes con sus amenazas nucleares? Ninguna. En cuanto a Hamas y al peligro mundial del islamismo radical lo trataré aparte próximamente, para limitarme hoy a un aspecto grotesco pero harto significativo de esta guerra de nuevo tipo: reunidos en Túnez, diecisiete países musulmanes exigen castigos ejemplares contra Dinamarca y Noruega, porque en un diario danés –¡el pasado mes de septiembre!– se publicaron caricaturas de Mahoma, reproducidas luego por un semanario noruego.
Los musulmanes sí que han tomado medidas: han llamado a sus embajadores en Dinamarca, boicotean los productos escandinavos, se manifiestan violentamente, etcétera. Una vez más la prensa y la clase política europea se raja, y después de haber defendido hipócritamente el sacrosanto principio de la libertad de expresión y condenado de boquilla la intolerancia, todas las intolerancias, se arrodillan y piden perdón a los islamistas. El diario danés “culpable”, el Jyllands-Posten, pidió perdón en árabe y en primera plana. Algo parecido ha hecho el semanario noruego Magazinet, que reprodujo las viñetas. El primer ministro danés, Rasmussen, se felicitó oficialmente de que el periódico se rajara, y en este concierto generalizado de cobardía y autocensura no podía faltar Javier Solana, quien proclama que todos los países de la Unión Europea condenan cualquier expresión o acción que “intente demonizar una religión”. Pero en la práctica resulta que la única que hay que respetar es la coránica. Los mismos acusaron de lo mismo a Salman Rusdhie por su novela “Los versículos satánicos”, y se dijo que bien merecida tuvo su fatwa.
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