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Victor D. Hanson

¿Qué hará Europa en realidad?

Debido a la programada retirada de tropas de bases europeas y al nuevo hastío americano por el viejo antiamericanismo, algunos europeos están comenzando a espantarse con la idea de que bien podrían quedarse solos en una guerra contra enemigos fanáticos.

Nada puede ser más surrealista que la furia del mundo islámico ante los progresistas e inofensivos daneses. ¿Cómo puede alguien querer quemar sus embajadas y matar a sus ciudadanos cuando los daneses siempre han ofrecido todas las multiculturales perogrulladas de lo políticamente correcto y han dado la bienvenida a todos y cada uno de los llegados de Oriente Medio? La furia por las viñetas –que viene pisándole los talones a los atentados de Madrid y Londres, los disturbios franceses, los asesinatos en Holanda y las fallidas negociaciones europeas con la teocracia iraní– ha hecho temblar a Europa hasta sus cimientos.

Si son los países más progresistas y tolerantes de Europa, como Holanda y Dinamarca, los que tienen los mayores problemas con los radicales islamistas, ¿qué conclusiones podemos sacar sobre el continente en su totalidad? ¿Por qué no calcularon mejor los yihadistas y escogieron a una Polonia católica, menos inclinada a ir pidiendo disculpas, que tiene más tropas en Irak y que está mucho más orgullosa de sus raíces cristianas?

¿Se dan cuenta los europeos de que cuanto más libre, sin ataduras y sin juicios de valor es una cultura, mayor es el odio que sienten los yihadistas por ella? Si Europa es más pro-palestina que Estados Unidos, no aprobó lo de Irak y sin embargo es igual de odiada, ¿quedará por fin desenmascarada la magnanimidad como nada más que apaciguamiento, mereciéndose sólo el desprecio de un enemigo envalentonado?

Pero no se vayan a poner a buscar cualquier acto manifiesto de alarma. Es pedirle demasiado a la Unión Europea que salga a la palestra a defender el derecho danés de libertad de expresión o a exigir un embargo a Irán mientras éste se aproxima a la autonomía nuclear. Más bien, espere una reacción europea mucho más sutil: la misma vieja y utópica retórica pública pero, entre bambalinas, un nuevo deseo de impulsar acciones contra la amenaza del fascismo islámico.

Aquí tenemos lo que probablemente podemos anticipar. Primero vendrá un cambio radical en las políticas de inmigración. Se elogiará al Islam, Oriente Medio estará seguro de que Europa es tolerante, pero se dejará entrar en ella a muy pocos de los recién llegados de allende el Mediterráneo.

El furor público sobre los esfuerzos americanos en Irak continuará pero habrá muchísimos más esfuerzos secretos para coordinar todo con Estados Unidos, desde el aislamiento del régimen de Assad en Siria hasta replantearse la defensa de misiles. Los últimos tres años, los europeos postcoloniales han deseado que los norteamericanos aprendieran sus lecciones imperiales fracasando en Irak. Pero puede que ahora, en privado, muchos deseen que Estados Unidos tenga éxito aunque sólo fuera para que las democracias de Oriente Medio sean menos propensas a dar rienda suelta a sus turbas para que quemen embajadas europeas y amenacen a sus ciudadanos.

No veremos mucha repulsa pública contra Hamas sino callados esfuerzos para cerrarles el grifo de las subvenciones de manera gradual a los terroristas. Los europeos alababan a Arafat, luego se enteraron que era particularmente corrupto. Nada le molesta más a un europeo que ser estafado y que, encima, lo tilden de inmoral. Las subvenciones a los terroristas judeófobos de Hamas sólo garantizarán ambas cosas.

Europa todavía seguirá hablando de hacer entrar a Turquía en el bando de Occidente pero, de facto, está horrorizada al pensar que millones de personas cuya religión lleva a tantos a enloquecer por unas viñetas pudieran pronto formar parte de la nación más populosa de Europa. Dudo que ningún diplomático europeo vaya a invertir algo de capital político para reiniciar conversaciones serias entre la UE y Turquía.

También podemos esperarnos más declaraciones extrañas como la advertencia de Jacques Chirac sobre la disuasión nuclear francesa. En realidad, Europa no tiene verdaderas defensas contra un ataque estilo 11-S. Ellos lo saben. Los terroristas también. Pueden estrellar un avión contra la Cúpula de San Pedro o derribar la Torre Eiffel mañana, que Europa no tendrá ningún mecanismo para cazar a los perpetradores en el Hindu Kush, el Valle de la Bekaa o las remotas tierras de Irán. Y ni mucho menos podrá exigir responsabilidades a estados canallas, como hace Estados Unidos.

Frustados por su escasez de recursos militares pero muy al corriente de la necesidad clásica de advertir a un enemigo de que perdería más de lo que ganaría empezando una guerra, Francia queda reducida a vociferar sobre armas nucleares, amenazas que seguramente no son ni creídas ni bienvenidas por los yihadistas. En lugar de unas fuerzas militares creíbles, Europa enviará más pequeñísimos contingentes a Afganistán, le recordará al mundo que Gran Bretaña y Francia son nucleares y de alguna forma se dará prisa para construir algún mecanismo de disuasión convencional donde ahora no hay nada de nada.

Finalmente, los europeos que despreciaban al unilateral y preventivo George Bush comenzarán a irritarse cada vez más por su nueva faceta multilateral. Hay que tener cuidado con aquello que se desea, especialmente ahora que puede que un líder americano no sea necesariamente un blanco tan fácil para caricaturizar. O que no siempre quiera hacerles el trabajo sucio de luchar contra yihadistas desde Pakistán al triángulo suní.

Más bien, permitiendo que los europeos tomen la iniciativa en las negociaciones iraníes y quedándose casi en silencio sobre la histeria de las viñetas, Estados Unidos, en esencia, le ha dicho a los europeos: "Aquí está la clase de diplomacia global discreta, sobria y juiciosa que tanto les gusta a ustedes".

Debido a la programada retirada de tropas de bases europeas y al nuevo hastío americano por el viejo antiamericanismo, algunos europeos están comenzando a espantarse con la idea de que bien podrían quedarse solos en una guerra contra enemigos fanáticos, a los que han apaciguado, y sin amigos racionales, a los que han logrado alienar.

En respuesta, puede que veamos menos retórica antiamericana y un regreso a los eslóganes de la Guerra Fría como "una alianza atlántica fuerte" y "una OTAN indispensable", reemplazando el temor a 300 divisiones soviéticas por el de yihadistas nucleares.

De modo que Europa está ahora siendo empujada hacia el centro de lo que se denomina guerra contra el fascismo islámico. Una vez amenazada, o bien reacciona con una recién adquirida madurez churchilliana para proteger su propia civilización o cede con la esperanza que un apaciguamiento tipo Chamberlain aún más grande satisfaga a los islamistas.

Tendremos una fascinante primavera a la vista.

©2006 Victor Davis Hanson
*Traducido por Miryam Lindberg

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