En un momento en que la guerra en Oriente Medio y la imagen de un Rodríguez Zapatero envuelto en el pañuelo de guerra palestino ocupan todas las portadas, es importante parar y prepararse para lo que se nos viene encima en Centroamérica. En poco más de tres meses tenemos elecciones generales en Nicaragua, que sin ninguna duda son las elecciones más importantes desde que Violeta Chamorro derrotó a los sandinistas en 1990.
La importancia simbólica de Nicaragua, por ser uno de los principales campos de batalla de la guerra fría, hace que la izquierda internacional se este movilizando apoyando al viejo Daniel Ortega para recuperar el poder e incorporar un país mas en el ALBA, sacándolo del CAFTA, el acuerdo comercial centroamericano con los Estados Unidos. Asegurando así, volver a meter a Nicaragua en la miseria económica y moral de la década de los ochenta.
El ALBA o "Alternativa Bolivariana para América Latina y El Caribe" es un invento liderado por Hugo Chávez para crear una estructura institucionalizada para encadenar los países latinoamericanos al marxismo bolivariano que lidera gracias a sus petrodólares. De momento ya son miembros Venezuela, Cuba y Bolivia. Chavez responde así a la iniciativa de crear un mercado común junto a los Estados Unidos.
El bolivarismo esta muy involucrado en la campaña electoral. Chávez esta exportando cantidades inmensas de fertilizantes para que el FSLN los distribuya a cambio de votos a través de sus alcaldes y cooperativas agrícolas. Los fertilizantes ser regalan o se venden a precios muy por debajo del mercado. Ortega y Chávez también intentaron corromper las elecciones distribuyendo gasolina a través de un acuerdo con la Asociación de Municipios de Nicaragua (Amunic) controlada por el FSLN. El presidente Bolaños logró bloquear dicho acuerdo.
El nefasto pacto entre Ortega y el líder (y reo) liberal Arnaldo Alemán, además de repartirse cual botín de guerra las instituciones del Estado, posibilitó un cambio de la leyes electorales de tal forma que si en la primera vuelta electoral un partido consigue un 35 por ciento de los votos –con 5 puntos de ventaja sobre el segundo- automáticamente gana las elecciones sin tener que ir a una segunda vuelta. Al día de hoy, esta decisión pone a los sandinistas muy cerca del poder. Si así fuera podemos esperar que Ortega siga paso a paso el ejemplo bolivariano.
La falta de democracia interna del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y su imposibilidad de renovarse han provocado una escisión en el partido, que pone riesgo el futuro del país. Los liberales-conservadores están obligados a estar unidos si no quieren ver a Ortega de vuelta en el poder. Al día de hoy la principal esperanza contra la vuelta al sandinismo sale del grupo de expulsados del PLC y de diferentes partidos minoritarios que han creado laAlianza Liberal Nicaragüense-Partido Conservador, liderados por el eficiente Eduardo Montealegre. No obstante, el riesgo es tan grande y serio para el país que si las encuestas señalaran una clara (o posible) victoria sandinista seria un suicidio por parte liberal no retirar una candidatura con el fin de resistir y ganar a Ortega. Solo la unión asegura que Nicaragua se libre de un amenazador alba rojo.