Se busca Rey provisional
Los herederos son un grupo disperso, mal avenidos, que lo único que tienen en común es una inmensa voluntad de poder, heredada de su maestro, Fidel. Sólo su presencia, real o virtual, conseguirá mantener este grupo unido.
Entre el pueblo cubano existe una suerte de fascinación por los títulos nobiliarios, herencia que comparten con otras antiguas colonias de lo que una vez fue el imperio español, que siguen mirando a la metrópoli con esa mezcla de misterio y fascinación. Como si todos a este lado del Atlántico conserváramos algo de rancio abolengo. Esta inconfesada admiración por el oropel de la corte y su monarquía hace que en estos tiempos de incertidumbre, en los que se está decidiendo el futuro gobierno de Cuba, algunos se hayan atrevido a plantear, medio en broma medio en serio, la instauración de una Monarquía en la isla, aunque sea a título provisional.
Desde hace años, todos los que quieren la democracia para la isla se han asomado a la experiencia española, lápiz en mano, intentando recopilar el mayor número de experiencias posibles para el día D, y parece que ese día ha llegado. Ahora que en España estamos empeñados en enterrar la transición y todo lo que la convirtió en un ejemplo para el mundo, no cabe duda que en otros países como Cuba aceptarían encantados la labor activa de un poder moderador, como el de la Corona.
Cuando los castrólogos habían decidido por unanimidad que no cabía más que esperar, Fidel ha vuelto a demostrar que la castrología se acerca más a las ciencias ocultas que a cualquier otra disciplina científica. En su testamento político, que no parece fruto de la improvisación, se cumple la norma de la dictadura hereditaria que cede el poder "provisional" a su querido hermano y divide el imperio entre dos ternas antagónicas. La primera está formada por los "jóvenes" Carlos Lage, secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, Francisco Soberón, presidente del Banco Central de Cuba, y Felipe Pérez Roque, ministro de Relaciones Exteriores. En la segunda terna están los históricos del Partido Comunista y la Revolución: José Ramón Machado, Esteban Lazo y José Ramón Balaguer. Quedando a un lado algunos ilustres candidatos como Ricardo Alarcón, o Eusebio Leal, convertidos en los "tapados", que quizás más adelante agradezcan haber quedado al margen.
Anunciada la cesión de poder de Castro, ya sea para asentar, retrasar, o ensayar la sucesión, empezarán a sucederse las luchas de poder. Los herederos son un grupo disperso, mal avenidos, que lo único que tienen en común es una inmensa voluntad de poder, heredada de su maestro, Fidel. Sólo su presencia, real o virtual, conseguirá mantener este grupo unido, aunque sea artificial y provisionalmente.
Mientras, con Fidel en la cama, todos siguen esperando el discurso de ese nuevo Arias Navarro que es Raúl para tomar posiciones, y en esa lucha intestina que puede llegar a ser cruenta, no les vendría nada mal una autoridad moral capaz de estar por encima, dinamitar las luchas de poder, y convertir la sucesión de Fidel Castro en una oportunidad para la democracia.
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