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Juan Carlos Girauta

La madre de todos los informes llega tarde, mal y nunca

¿Descansa encerrado bajo siete llaves o ha sido enmarcado para adornar el museo privado de los horrores socialistas? ¿Ardió gracias a un oportuno Zippo pacifista y de progreso, o se autodestruyó prontito como las cintas de Misión Imposible?

El que fue responsable de la policía del gobierno popular ha revelado la existencia del informe de todos los informes. Las reacciones pueden ir del "algo tenía que haber" y "el ya lo decía yo" al "no saben qué inventarse", pasando por el "sin pruebas, que no hable".

La obligada es preguntar, y preguntar, y volver a preguntar al gobierno Rodríguez dónde está el maldito informe, qué han hecho con él. ¿Descansa encerrado bajo siete llaves o ha sido enmarcado para adornar el museo privado de los horrores socialistas? ¿Ardió gracias a un oportuno Zippo pacifista y de progreso, o se autodestruyó prontito como las cintas de Misión Imposible?

Misión imposible será que contesten. Pero una vez convenientemente hostigados y acorralados –en lo parlamentario– los beneficiarios políticos del 11-M, restará una pregunta final e ineludible. Y esa pregunta será para Rajoy: ¿Por qué no habló antes el PP de ese informe? Es de suponer que Díaz de Mera le comunicó en su momento a Rajoy lo que sabía. Pero, ¿cuándo lo hizo? ¿Antes o después de las declaraciones de don Mariano a El País afirmando que lo único claro del 11-M era que no había sido la ETA?

Una de las razones por las que hay que aplaudir la actual postura del PP en cuanto al 11-M es la imposibilidad de que, llegados a las terribles conclusiones que nos depara la investigación (cualesquiera que sean resultarán terribles), el partido que gobernaba el 11-M pueda eludir el coste político de algunos errores imperdonables, entre los que, curiosamente, no se cuenta el que le han reprochado hasta la agresión: haber mentido.

No mintieron. Sólo dieron su confianza a oscuros personajes como Dezcallar para que controlara a su antojo el agujero más sensible del Estado, con los frutos consabidos para ellos: ninguno. Ninguna información que sirviera para nada, según palabras más gruesas –que omito porque tales vocablos sólo me los permito para referirme a Rubianes– pronunciadas delante de tres columnistas de esta casa por un político que no citaré pero que estaba jerárquicamente por encima de Díaz de Mera.

Sólo un pequeño error más: mantuvieron en sus puestos a los componentes del entorno del GAL. Y otro: intentaron, en vano, convencer a los suyos de que había que pasar página y mirar hacia delante. La tarde de junio de 2004 que le oí decir esas palabras a Josep Piqué en Empúries, dejé de creer en él. Por fin, permitieron y permiten que otros abran camino para transitarlo ellos luego sin mancharse los mocasines. Son honrados. Porque si no lo fueran, sería para enviarlos ahí.

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